De la mano del estudio con el mismo nombre, hoy os traemos The Station, un nuevo walking-simulator, que como ya hicieran Tacoma o The Touring Test, establece sus bases sobre los clásicos de la ciencia ficción y nos traslada a una estación espacial enviada para estudiar una civilización alienígena. Dicha estación ha dejado a sus tres tripulantes a la deriva por causas desconocidas, así que tendremos que, asumiendo el papel de un cuarto especialista, desentrañar el misterio y saber todo cuanto ha pasado (y se ha aprendido) allí.
Un argumento reconocible
Una vez hemos llegado a la estación y, como en todo walking-simulator, la historia se desarrolla en base a los ítems que vamos recogiendo, puzzles que vamos resolviendo y lecturas que realizamos. De forma bastante previsible y no con pocos tópicos, descubrimos las intenciones, motivaciones y pautas de cada uno de los tres integrantes de la tripulación, así como de la civilización que se está investigando. Historias de amor, desengaños, moralidad… todo se mezcla en una historia que podríamos definir como un cliché permanente o un dèja vu. Poco o nada sorprende, es más, la sensación es que esto ya lo hemos visto y leído y no una, sino varias veces.
Este género en primera persona está en auge y facilita mucho el contar una buena historia, por supuesto que se pueden contar grandes historias a través de ellos, pero a estas alturas de la película hay que arriesgar un poco más. Como ya nos pasara con The Vanishing of Ethan Carter, al que argumentalmente ya se le notaban las costuras, debemos exigir algo más a este The Station en pleno 2018. Por último y, aunque ya es norma, viene con voces y textos en inglés, dificultando en cierta medida la comprensión de la intrahistoria del juego a los que no dominan el idioma.
Ratonera espacial
Presuponiendo una estación espacial como algo gigantesco, una vez llegamos al final del juego nos damos cuenta de que no todo es gigante en el espacio. En total recorreremos menos de 20 salas, con diferentes tamaños y formas, eso sí, lo que si lo escalamos al tamaño de la propia estación nos lleva a pensar que no hemos recorrido ni la mitad de la misma, desaprovechando la ambientación. Se puede pensar que para qué queremos recorrer 200 localizaciones idénticas entre sí y vacías, pero ni tanto, ni tan calvo. En las pocas que recorremos, como os digo, sí existe diferenciación entre ellas y recrean de forma aceptable para qué se utilizan, aunque no hubiera estado de más algún elemento extra.
El problema que genera esta escasez de mapeado es que podemos hacernos el título al 100% (todos los logros o platino) en escasas 2 horas, y en la primera partida. Y no hay incentivos en el end-game, no hay nuevo juego+, no hay diversificación de caminos, no existe nada que haga que queramos mantener The Station en el disco duro a no ser que queramos batir un récord personal.
Resolviendo el Enigma
Una vez entramos en el plano jugable, nos encontramos con tres formas de conocer qué está pasando. La primera de ellas es la lectura de terminales. Cada uno de los protagonistas estará representado de forma individual por sus conversaciones o notas, teniendo que prestar atención a dichas lecturas para llegar a saber todo lo que está ocurriendo en las mentes de cada uno de ellos. La segunda, las esferas de luz que recrean diálogos entre los protagonistas o monólogos interiores, como si se trataran de grabadoras de voz. Así sabemos cómo cada personalidad se mezcla con las otras. Y, por último, la resolución de puzzles, lo que nos permite avanzar en la historia. Hay pocos puzzles (ya hemos hablado de la duración del título) y no son demasiado exigentes, pero cumplen con su cometido y nos transmiten sensación de éxito una vez los hemos conseguido descifrar.
Dentro de este subgénero, reconocemos que en materia jugable no se pueden hacer demasiadas virguerías, pero hemos echado de menos algún puzzle o situación que nos hiciera retorcer un poco la mente. Dada la ambientación, por ejemplo, bien podría haberse empleado la perspectiva con la luz o la gravedad 0 a la hora de proporcionar variedad a la fórmula, aunque lo que pretende lo hace de manera correcta. Lo que sí nos ha gustado es que gran parte de los elementos del escenario se puede coger e inspeccionar, proporcionando cierta sensación de inmersión.
Borrón y cuenta nueva
En el apartado técnico nos encontramos con la mayor pega del juego. Sabemos que Unity facilita mucho el trabajo de los desarrollos indies pero ha llegado el momento de abandonarlo o de cambiarlo, al menos, para este tipo de juegos. Lo que a primera vista parece resultón, se convierte en un paseo bajo el agua, emborronado y que cansa a la vista como pocos. Por suerte y con toda la buena fe del mundo, el estudio ha permitido mediante una opción de menú desactivar el modo “bloom”, que hacía brillar aún más las luces de colores. Aparte del insoportable emborronamiento de todo (letras, artefactos, luces…), el juego no presenta nada excesivamente complejo como para que tengamos un frame-rate del todo inexplicable, pegando unos bajones cuando no viene a cuento que son tremendos, mención especial a giros rápidos de cámara. Jugar a The Station se puede llegar a hacer realmente molesto debido a estas limitaciones, de las que en cierta medida quiero justificar a los desarrolladores al considerarlas mal endémico de un motor al que le toca evolucionar.
En el apartado sonoro, no encontramos nada que destaque en lo negativo, todo es bastante aséptico, lo que va de la mano con la ambientación del título y es de agradecer. Las voces y los efectos cumplen.
Conclusión
The Station pierde la oportunidad de aprovechar una ambientación de lo más llamativa cayendo en tópicos narrativos demasiado explotados a estas alturas, teniendo una duración escasa y graves problemas técnicos que impiden disfrutar de la experiencia. Aunque es difícil obviar sus grandes pegas, a nivel jugable presenta puzles asequibles pero entretenidos y en definitiva no inventa nada, pero es agradecido.