Schim es un juego bastante tranquilo, que nos puede llegar a recordar a Unpacking, sobre todo en la manera en que nos irán contando la historia y en la que podremos ir a nuestro ritmo para hacerlo, pues nada ni nadie nos meterá prisa en ningún momento.
A través de los años
La historia empezará con un niño que lo único que quiere es divertirse, y sin quererlo se alejará demasiado de su sombra. Nosotros controlaremos una especie de rana para llegar a la sombra de ese crío.
Tras esto, el juego nos muestra como pasa la vida de esa persona: su graduación, su pareja, el inicio de un trabajo estable… Todo parece ir bien hasta que un día nos quedamos sin trabajo, nos roban la bicicleta con la que íbamos y perdemos el transporte público. Aunque lo más doloroso es que en un momento, aquel niño que ya es un adulto funcional, se cae al suelo y la rana sale disparada, perdiéndose la conexión de sombra.
Aquí empezará una aventura que nos invitará a llegar hasta nuestro dueño y volver a crear la conexión para que recupere la sombra y pueda haber un atisbo de luz en su vida.
De sombra en sombra
En Schim controlamos a una rana cuyo objetivo es alcanzar a su persona para devolverle la conexión y sombra, pero para hacerlo irá saltando a través de todas las sombras que nos encontremos.
Cuando llegamos a otra sombra, automáticamente nos introducimos dentro de ella como si de una charca se tratara. Algunas tendrán efectos diferentes, como las que pertenecen a ropa tendida, que harán de trampolín para saltar más alto.
Con otro botón cambiaremos la dirección de la vista, pudiendo ver qué hay tras cada esquina y así saltar a la sombra más próxima. También podremos interactuar con los diferentes objetos del entorno para generar toda clase de efectos, como encender luces de coches y motos, hacer sonar timbres de bicis o usar letreros como una catapulta para llegar más lejos.
Todo esto lo haremos en diferentes niveles cortos que tendrán una sombra final a la que deberemos adherirnos para pasar a la siguiente zona. En algunos lugares, iremos encontrando objetos de nuestro personaje que no son más que los coleccionables del juego.
Como estar en un cómic
Schim entra muy bien por los ojos, ya que su apartado artístico es bastante llamativo. Todo parece como si estuviera dibujado a mano, y las sombras destacan bastante frente al entorno y personajes. Se diferencian bien las sombras y sabrás en todo momento hacía donde ir.
Por cada zona que visitemos los colores cambian. Dependiendo del dramatismo de la situación que nos encontremos, los colores de la zona tendrán una tonalidad más clara o oscura. Los colores más cálidos corresponden a escenas más alegres, mientras que los colores fríos se relacionan con partes más serias y tristes, siendo estas las que tendrán algo más de dificultad.
En cuanto a la banda sonora, durante la aventura habrá una pieza instrumental sonando de fondo que hará que nos introduzcamos aún más en los charcos de sombra de cada zona.
No dispone de opciones gráficas ni de sonido para modificar, pero si que tiene una opción para poner un relieve a las sombras y que podamos visualizarlo mejor, haciendo que el juego sea más accesible para la gente que tenga algo de visibilidad reducida.
Claridad hasta el final
Schim es un juego bastante tranquilo, que llega a recordar a Unpacking en la manera de llevar la historia. Por supuesto, desde el inicio la jugabilidad es sencilla, no complicándose mucho para centrarse más en explicarnos la historia y hacer que queramos continuar jugando.
Sus cortos niveles destacan por tener una tonalidad de color acorde con el “mood” de la situación. Cada uno de estos niveles serán fáciles de superar y tendrán objetivos claros. A parte de disfrutar de un agradable apartado artístico, el hilo musical que lo acompaña es bastante acorde a todo lo que vayamos viviendo durante la aventura en el reino de las sombras.
Schim es un juego que en conjunto nos puede tener entretenidos durante 3 o 5 horas. No hay mucho contenido secundario, más allá de los diferentes objetos que nos iremos encontrando, y no acaban sirviendo de mucho. Pero todo ello queda a un lado cuando sientes la satisfacción de ir saltando de sombra en sombra, siendo especialmente satisfactorio sobre todo cuando un salto es de los difíciles o intentas hacer uno que creías imposible y te sale.
Jorcelo
Jugador que ha atravesado Green Hill, el árbol Deku, las ruinas de Zanarkand, Anor Londo y lo que queda. Todo a bordo de una nave poligonal, con un perro que habla y un pato que no cura. Cojo una patata y me la como