Todo esto que os he descrito no es más que un ejemplo de una historia que surge durante una partida cualquiera de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, y que demuestra de forma sencilla por qué es uno de los juegos más revolucionarios e importantes de la historia. El juego de Nintendo fue un título que cambió por completo el desarrollo de videojuegos de mundo abierto, planteando un formato que bebía mucho del primer juego de la franquicia: nada de llevar de la mano al jugador, pues este debe ser el que se interese por explorar y conocer todo lo que puede ocultar el entorno. El mundo abierto dejaba de ser un espacio enorme que pecaba de estar vacío para convertirse en un entorno repleto de posibilidades que exponía secretos y mecánicas de juego en cada rincón, planteando un sinfín de preguntas a cada paso que podían responderse de mil formas distintas. El renovar una serie tan mítica y consolidada como The Legend of Zelda parecía una locura, pero Nintendo consiguió romper con todos los esquemas al otorgarle a la serie una nueva identidad que triunfaba tanto o más que la anterior, al mismo tiempo que proponía una aventura que rompía con todos los esquemas técnicos tanto de Wii U como de Nintendo Switch, a pesar de que se trataba de un juego de lanzamiento para esta consola. Tras años de espera, Zelda volvía a convertirse en un estandarte dentro de la industria del videojuego, una serie a la que mirar y de la que aprender tal y como han demostrado compañías de la talla de From Software o Ubisoft (con mejores o peores resultados, dicho sea de paso). Sin embargo, a pesar de la calidad de algunos títulos (siendo Elden Ring el juego que más se ha acercado a lo que proponía Nintendo), lo cierto es que ningún juego ha conseguido revolucionar tanto como Breath of the Wild, y lo cierto es que esta no es una tarea sencilla. Pocas son las compañías capaces de superar tal tarea, y es por eso que todos nos sorprendimos cuando Nintendo anunció que estaban desarrollando una secuela de este título. ¿Cómo es posible que Nintendo intente superar a su más reciente obra maestra? ¿Volverá la franquicia a su modelo anterior, o se mantendrá en la misma línea que BotW? Tras años y años de espera, por fin tenemos entre nosotros The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, un juego que ha sido lanzado entre mucho silencio (y mucho hype) y que está llamado a ser el siguiente gran juego revolucionario dentro de la industria. Pero… ¿Lo conseguirá? Si queréis saberlo… ¡Dentro análisis!
El misterio oculto bajo la superficie de Hyrule
Como bien sabréis, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom es una secuela directa de Breath of the Wild, lo que quiere decir que la historia está protagonizada por los mismos personajes y continúa poco después del punto en el que acabó la entrega anterior. Así, en esta ocasión nos encontramos con Link y Zelda mientras investigan las ruinas ocultas bajo el castillo de Hyrule. La invasión de Ganondorf se desarrolló entre muchos acontecimientos que aún no tienen explicación, y quizá en este lugar podrían hallar las respuestas. Sin embargo, pronto descubren la terrible verdad: lo que derrotaron no era más que una sombra del verdadero Rey Demonio, quien ha logrado despertar de su ancestral letargo. Con sus poderes recién recuperados, Ganondorf hiere a Link y empuja a Zelda al abismo mientras el castillo de Hyrule se eleva a los cielos. ¿Qué es lo que ha ocurrido con Zelda, y por qué Link ha adquirido un nuevo brazo? Todas las respuestas a estas preguntas se irán poco a poco desvelando en la que es una de las historias más complejas y adultas de toda la franquicia. Frente al minimalismo narrativo de la entrega anterior, aquí encontramos un trabajo mucho más profundo y arduo tanto en el desarrollo de la historia principal como en la construcción del mundo, dando forma al que es uno de los universos más ricos de toda la historia de Nintendo. La historia adquiere en esta ocasión un protagonismo absoluto, lo que se refleja en el mayor peso que se le da desde un primer momento tanto a las misiones principales de la historia como a las secuencias de video. Esto se deja claro desde la espectacular introducción que, con una duración de poco más de 10 minutos, nos demuestra el tono del juego y sus intenciones en comparación al resto de títulos de la franquicia: tendremos que adentrarnos en la más profunda oscuridad y enfrentar al mal desde su propia raíz, conociendo más sobre el origen del legendario reino y ahondando aún más en la relación tanto de los personajes como de las tribus que pueblan este mundo.
Al principio temía que el juego llevara al jugador de una forma más lineal, impidiéndole tener la libertad que se podía disfrutar en la entrega anterior. Y, si bien es cierto que en sus primeros compases el juego peca de intentar marcar un camino al jugador, esto pronto se diluye para dar paso a un juego que, sorprendentemente, deja una mayor libertad de lo que cabría esperarse, superando cualquier cosa que hayamos visto en el pasado sin dejar de lado un tratamiento narrativo mucho más complejo. Ahora contamos con un elenco de personajes secundarios algo más amplios, y si bien surgen algunos que parecen intentar sustituir a los elegidos de la entrega anterior, lo cierto es que cuentan con los rasgos suficientes como para destacar por encima de estos. El encontrarse con algunos de los personajes más icónicos de Breath of the Wild es como encontrarse con unos viejos amigos, y el desarrollo de estos seguro que os sorprenderá. Quizá lo único negativo es que quienes no jugaran al título anterior pueden llegar a sentirse algo perdidos, pero es algo lógico y comprensible; al tratarse de una secuela directa, es normal que el juego ya de por hecho que conocemos a ciertos personajes y ciertas ideas. Aún así, cabe destacar que el título se esfuerza por intentar que todo el mundo se sumerja en la historia, por lo que esta sensación de perdida no es tan grave como la que se podría dar con las secuelas de otros juegos. Por otro lado, la estructura de la historia recuerda, hasta cierto punto, a la de la entrega anterior. Tendremos que viajar por todo el mapa, descubrir las distintas tribus que lo componen, hablar con mil y un personajes y ayudar a quienes podamos y más. Por supuesto, el juego llega a nuestro territorio traducido al español, y siguiendo con lo establecido tanto por las entregas pasadas como por otros juegos de Nintendo, el trabajo de localización es absolutamente fenomenal. Todo está trasladado a la perfección, y la traducción de ciertas frases hechas y de ciertos chascarrillos es, sencillamente, fenomenal.
Construyendo el camino hacia la paz
Pasando a hablar del apartado jugable del título, nos volvemos a encontrar ante una aventura de acción con leves tintes de rol que apuesta por un mundo abierto gigantesco repleto de toda clase de desafíos: pruebas kologs, misiones relacionadas con las grandes Hadas, investigaciones secundarias, asaltos a campamentos enemigos… Sin embargo, la cosa no se queda en repetir las mismas misiones ni los mismos desafíos presentados en el juego anterior, puesto que a estos ejemplos tendremos que sumarle una nueva cantidad de nuevos retos: exploración de cuevas y cavernas, asalto a hordas de enemigos junto a un grupo de guerreros hylianos, puzles que nos llevarán a transportarnos a través de islas flotantes en el cielo o los santuarios nos tendrán horas y horas distraídos mientras ponemos a prueba las nuevas habilidades de las que hace gala nuestro héroe. Y es que estas son las verdaderas protagonistas del título, ya que rompen con las barreras vistas hasta el momento en la industria para dar paso a una aventura muy bien diseñada que, además, ofrece una libertad de construcción y creación absolutamente inaudita. Y es que… ¿En qué juego puedes construir un coche para recorrer parte del escenario que, además, puede planear y lanzar rayos láser? O mejor dicho… ¿En qué juego de fantasía puedes construir un auténtico mecha con el que arrasar a cualquier enemigo que se te ponga por delante? Tears of the Kingdom no solo expande la libertad en el tratamiento del mundo abierto y la estructura de misiones, si no que va más allá al expandir las posibilidades que el jugador tiene a la hora de superar cualquier misión o desafío. Así, podremos coger elementos y objetos con la Ultramano para unirlos a otros y construir toda clase de artilugios, o unir cualquier objeto a nuestra arma con Combinación para mejorar nuestra ofensiva, además de que podremos rebobinar el movimiento de cualquier elemento o ataque con Retroceso, y subir a cualquier superficie que esté encima nuestra con Infiltración.
Y ni siquiera son estas todas las habilidades del juego, pues conforme se avanza en la trama… Bueno, tampoco ahondaré en detalles para no destripar el juego a nadie. Lo que sí que puedo decir es que existen muchísimas formas de superar un desafío, y el juego coloca todos los materiales necesarios para experimentar sin que esto se sienta fuera de lugar. Todas las innovaciones que se han añadido a este juego se sienten absolutamente orgánicas, y hacen que Tears of the Kingdom sea un sandbox tan alocado y experimental como el mismísimo Garry’s Mod, algo que nadie en su sano juicio habría imaginado que pudiera alcanzarse. Por supuesto, no todo es explorar, y a lo largo de las más de 40 horas de juego que dura la campaña principal (si bien esta cifra es muy flexible, pues cada jugador lo completa en un tiempo distinto) nos enfrentaremos a un gran número de los ya citados santuarios y a alguna que otra mazmorra más convencional. Los primeros ofrecen un conjunto de desafíos y pruebas realmente variados, que van desde los meros tutoriales (presentes alrededor de la zona inicial del juego) hasta auténticos retos que nos llevarán a exprimir al máximo nuestro ingenio, mientras que los segundos apuestan por una estructura tan novedosa como la de las cuatro bestias sagradas de la primera entrega. En ambos casos el diseño de niveles es excepcional, pues sin llevar al jugador de la mano y sin caer en la sobreexposición consiguen dar paso a un puñado de puzles y desafíos brillantes, entretenidos y algo complejos. En relación a esto, la dificultad del juego es tan flexible como la del título original: todo dependerá de hacia donde vayas y a qué enemigo quieras enfrentarte. La curva de dificultad de la campaña principal está muy bien planteada, mientras que la dificultad del resto del juego depende, sobre todo, del jugador. Por lo demás, todo es más y mejor: hay más desafíos, más tipos de armas, más zonas… Y es que aquí viene la novedad más importante de todo el juego: ahora podremos explorar tanto el cielo como el mundo subterráneo, y dejad que os diga que el explorar ambos es una de las experiencias más inmersivas que he tenido el placer de disfrutar. Si bien en el cielo hay un terreno algo más escaso por el que moverse y explorar, el subterráneo ofrece una experiencia pesadillesca que se alza como la sorpresa más bienvenida de todo el juego. Ambos son impresionantes y ayudan a que nos encontremos ante el que es, posiblemente, uno de los títulos más completos y profundos de la historia.
Nintendo Switch, al límite
Existe una cierta polémica en torno a este juego debido a que, visualmente, es muy parecido a la entrega anterior. Y si bien puedo entender que haya algo de queja en torno a este apartado… Realmente esto es solo quedarse en la superficie del juego. Quien realiza este juicio no ha visto cómo el título presenta una transición sin cortes ni pantallas de carga entre la superficie, el cielo y el mundo subterráneo, algo que a todas luces es impactante e impresionante de ver en una consola portátil como es Nintendo Switch. Tampoco ha visto como se presentan toda clase de efectos de forma natural, y como el juego consigue poner en marcha cosas tan sorprendentes como el rebobinado sin que la consola explote. El juego es, a todas luces, el pináculo técnico en Nintendo Switch, una maravilla de la ingeniería y de la tecnología… Que, sin embargo, no está exento de problemas. Y es que el rendimiento del juego sí que llega a sufrir, especialmente cuando hacemos uso de la Ultramano o cuando nos enfrentamos a un número elevado de enemigos. Esto es una pena, pues aunque son caídas puntuales, siguen rompiendo con el ritmo del juego. Se entiende que ocurra esto, pero no quita que podría haberse mejorado. Por otro lado, a nivel de bugs y glitches no he encontrado nada especialmente reseñable, y sigue siendo un título tan pulido como el anterior.
Volviendo con el apartado gráfico, si bien los modelos de los personajes y los entornos están bien construidos y presentan un nivel de detalle bastante decente (especialmente lugares interiores como las casas o las mazmorras), lo que triunfa por encima del resto de elementos es el trabajo de arte. La dirección artística del título es absolutamente maravillosa, y aunque no es mi favorita personal (pues el arte de Wind Waker es a mi parecer insuperable) no cabe duda de que se trata de un trabajo excepcional que consigue hacer de un apartado gráfico potente algo inolvidable. Por último, a nivel musical nos encontramos otro trabajo excepcional que triunfa en lo que se propone. Es decir, no esperéis encontrar una banda sonora tan épica y explosiva como las de las entregas anteriores, pues como en Breath of the Wild aquí se ha optado por presentar algo mucho más minimalista y tranquilo, que represente la armonía de la naturaleza y el ritmo de la paz. La mayoría de melodías se mantienen con respecto a la entrega anterior, y aunque me habría gustado ver un mayor número de piezas musicales originales, el resultado general es admirable. El doblaje también destaca de forma positiva, y ojalá esto se siga haciendo tanto en futuros juegos de la saga como en otros proyectos de Nintendo.
Conclusión: Forjando una auténtica leyenda
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom ha logrado lo imposible: superar a uno de los mejores juegos de la historia y revolucionar en donde nadie más pensaba que podría hacerse. Si bien es un juego que puede sorprender de primeras por su carácter continuista y que peca de tener un apartado técnico algo irregular marcado por sus constantes caídas de frames, lo cierto es que el título consigue expandir en todos sus apartados la experiencia original, convirtiéndose no solo en un gran juego por mérito propio si no que también consigue marcar un nuevo precedente en el desarrollo de juegos de mundo abierto. Las posibilidades a partir de aquí para la franquicia son infinitas, pero al igual que miramos con orgullo títulos como Ocarina of Time o Wind Waker, en el futuro haremos lo mismo con esta entrega. Tears of the Kingdom ha llegado para demostrar que la Switch sigue tan viva como nunca, y que siempre ha lugar para la innovación, incluso si se trata de uno de los juegos más queridos e importantes de toda la industria del videojuego. Nintendo ha hecho lo impensable, y ha conseguido ir más allá sin eliminar nada. Si os gusta la franquicia, no podéis perderos este título. Si os gustan los juegos de acción y mundo abierto, no podéis perderos este título. Si os gustan los videojuegos, no podéis perderos este título. Una auténtica obra maestra, que aún con sus defectos, no os dejará indiferentes.
Antonio Gallardo
Normalmente escribiría algo profundo que contara más sobre mi... ¿Pero de verdad alguien lee esto? Bueno, en ese caso... Me gustan los videojuegos y el cine. A veces unos más que otros, ya sabéis como funciona. Si queréis saber más, solo tenéis que leer lo que escribo.