El pecado original ha vuelto para reclamar la corona que le acredita como el rey de los RPG. Pese a que ya se hizo con ella en PC (de manera mucho más que merecida), esta vez llega a PlayStation 4 y a Xbox One para demostrar por qué fue nombrado como uno de los mejores juegos exclusivos de PC que existen, teniendo un 93 en Metacritic en esta versión. Desde Larian Studios nos traen Divinity Original Sin II – Definitive Edition, un juego con el que absolutamente todo el mundo debería hacerse.
Desafortunadamente, no tuve la oportunidad de jugar a la anterior entrega, únicamente verla en vídeos, por lo que prefiero no hacer comparaciones respecto a ella con tal de no patinar, aunque según sé, no es necesario haber completado el primer juego.
La libertad no tiene precio
Divinity Original Sin II – Definitive Edition nos ofrece un mundo espectacularmente amplio en el que podremos perdernos desde el momento en el que completamos el tutorial, pero además de eso, lo mejor es cómo y con quién podremos explorarlo. Para empezar, en la creación de personajes, se nos ofrece un amplio abanico de posibilidades respecto a razas (si eliges un personaje prefabricado, cada uno tendrá una historia distinta) y clases, de hecho, lo pasé increíblemente mal para elegir una, entre pícaro, mago de ataque (porque también puedes ser curandero), arquero… mis 20 minutos estuve para decidirme, pero bendito problema. Y no solo se trata de tu personaje, tienes la posibilidad de jugar la campaña en cooperativo, por lo que la combinación de clases que te ofrecen para llevar a cabo una estrategia más efectiva e inteligente a la hora de completar la historia, es brutal. ¡Y ojo! El decantarse por los personajes ya prefabricados te permitirá el acceso a nuevas misiones exclusivas, un futuro y un destino distinto en la historia, habilidades propias, etcétera, cosa que no ocurrirá si creamos un personaje de cero.
En la campaña trataremos de ocupar el hueco que ha quedado libre en la mesa de los dioses acabando con todo aquel que se interponga en nuestro camino, incluidas las bestias del vacío que aprovechan el momento de caos para dedicarse a atacar tanto a los pretendientes del puesto como a los ciudadanos de a pie, ¿qué sugiere esto? Ya os lo digo yo… ¡un porrón de misiones secundarias! Pero no son misiones secundarias al estilo de las batidas de Final Fantasy XV que, aunque personalmente me gustaron, pueden resultar un tanto tediosas, sino que cada misión tendrá un pequeño encanto que la hará diferente o, al menos, entretenida de hacer; además, muchas de las misiones serán más importantes de lo que podamos pensar.
Visto eso, podemos imaginar que seguiremos la historia principal y si necesitamos mejorar lo que sea ya iremos para allí, pero no, aunque quieras completar la campaña y ya, lo más seguro es que acabes completando una gran cantidad de misiones secundarias antes siquiera de llegar a la mitad del juego. Esto se debe a que el mapa no es solo que te invite a perderte y explorarlo, sino que te “obliga” a hacerlo, ya que te da total libertad para que sigas tu propio camino, yendo por donde tú creas que debes ir, aunque muchas veces esto significará que mueras enseguida, dado que hay lugares a los que mejor no acercarse; pero ¿qué gracia tendría si nos lo dieran todo hecho?
Algo en lo que también destaca, es en la profundidad narrativa que tiene, puesto que todos los pequeños pueblos y los NPC tienen su historia, no es como en otros juegos que simplemente están ahí para hacer bonito o para servir de “punto de control”, sino que realmente puedes ponerte a hablar con todo el mundo o a explorar hasta la última casa, porque todo ello tendrá algo nuevo por descubrir. Además, los diálogos gozan de sentido del humor por todas partes y no usan vocabulario demasiado complicado, por lo que cualquiera puede entender el trasfondo de cada uno.
Y no únicamente es importante la historia a través de todos, sino que se permiten el lujo de darnos detallitos cómicos, como un cocodrilo mareado porque un mago ha teletransportado el agua donde él estaba y se lo ha llevado también a él sin querer. Los de Larian han creado una obra de arte que derrocha cariño y trabajo por todos lados, ya que se nota que es un juego hecho principalmente para el gozo de los jugadores, como se supone que son todos, pero aquí realmente lo podemos ver.
¡Vivan los combates por turnos!
Si algo amo de los RPG, son esto, los combates por turnos. Si es cierto que los ARPG también los disfruto, pero el poder crear una estrategia turno a turno, el deber tener en cuenta absolutamente todo, ya que en cualquier momento te pueden dar la vuelta por un simple fallo, me crea una sensación de satisfacción increíble. Y Divinity Original Sin II – Definitive Edition lleva esto a otro nivel. Como he mencionado antes, dependiendo de la raza y clase que hayas elegido en el menú de personajes tendrás que seguir (o no, pero es recomendable) un estilo de pelea distinto, pero que en ninguno de los casos se ajustará al típico “te pego y me cubro”, sino que al permitirnos movernos por el mapa un determinado espacio durante nuestro turno, deberemos observar bien la zona de combate, ¿te imaginas ganar una pelea a espadas simplemente haciendo arder a un enemigo por teletransportarlo a un charco de aceite y prenderlo? ¿O que, por el contrario, estés teniendo una pelea justa y de repente, por culpa de una palanca que tu enemigo ha visto y tú no, acabes aplastado por una roca enorme? Absolutamente todo puede pasar en Divinity, y ese es su mayor punto a favor. Eso sí, os aviso antes de que entréis de cabeza: no es un Dark Souls, pero podéis prepararos para morir más de una vez.
Pero la interacción con el mapa y las habilidades no serán únicamente importantes a la hora de combatir, sino que durante toda la campaña tendremos que hacer uso de todo ello para resolver la gran cantidad de puzles que se nos presentan, en los cuales la gran mayoría te invitan a que no los resuelvas del modo tradicional sino que busques una manera de trampearlos. Y cuando no son rompecabezas, veremos que hasta los animales nos transmitirán información si tenemos la habilidad de hablar con ellos, que yo no seleccioné desde el principio porque pensé que sería una chorrada, pero os recomiendo encarecidamente que la cojáis, es mucho más útil de lo que pueda parecer a priori.
Si todo esto te llama la atención y te crea hype tanto como lo ha hecho conmigo, hay un modo para ti: el modo táctico. El juego nos ofrece distintos modos de juego (o niveles de dificultad, como queráis llamarlo, pero no es del todo así): explorador, clásico, táctico e historia. Los dos primeros son los básicos, donde avanzaréis en la historia encontrando unos u otros desafíos, el último es para disfrutar de la historia sin demasiados obstáculos, y el modo táctico es el “sabroso”: dentro de este, tenemos el modo normal, donde simplemente habrá más combates y de mayor dureza, y el modo honor, al que bajo ninguna circunstancia debéis jugar solos, siempre en grupo, porque la muerte del grupo completo significará que se borre toda la partida guardada y debas reiniciar, y creedme que hacer eso solo, pensando que puedes, y que tras unas horas de juego te digan: “¡Já! A ver si tu honor y tu valentía pueden con cuatro enemigos más poderosos que tú”, y bueno, probablemente acabes enfadado, apagando la consola y no encendiéndola en un rato largo.
Y sí, sé que no lo he dicho antes aunque debería, pero hay cooperativo local. Puedes jugar con un amigo en la misma consola y ayudaros mutuamente para conseguir el objetivo… o ir a arrebatarle todas las misiones y recompensas y entorpecer su avance, dejándole tirado en combates difíciles o haciendo que se pierda y huyendo después. Vamos, una idea creada para romper casi tantas amistades como lo haría Mario Kart.
Game Master y Arena
Por último pero no menos importante, encontramos estos dos modos. En el primero, tendremos la posibilidad de crear nuestros propios mapas y nuestra propia aventura para disfrutar al máximo de las posibilidades que nos ofrece el universo Divinity, pero esta vez diseñado a nuestra manera. Aún así, pese a que este modo es una gozada, lo que más se disfruta sin duda es la arena.
Aquí, primero de todo tenemos tres posibilidades: jugar en solitario, el PvP online o el típico uno contra uno local en el que te vas pasando el mando con tu rival (cosa solo recomendada para amistades confiables, que todos hemos hecho eso de acabar nuestro turno y no soltar el mando para malgastar el turno del rival). Además, hay disponibles 16 personajes entre los cuales algunos se podrán jugar por primera vez como Maldolor, Zandalor y Radeka.
Dentro de esto, hay dos modos de juego, el todos contra todos donde reinará la matanza y la sangre, y el modo proteger al rey, donde cada equipo deberá defender a su rey y matar al del equipo rival. Hay 13 mapas disponibles para jugar en el modo arena, cada uno de ellos contará con tres cofres distintos que nos ofrecerán un pergamino acorde a su nombre: cofre de la destrucción, cofre del control y cofre de la fuente (este dará hechizos poderosos).
Por último, hay mutágenos que en unas rondas dan alas a los personajes, otro que inicia una muerte súbita… todo puede ser modificado por el anfitrión de la partida. Sin duda, el modo arena es lo ideal para cuando un ratillo libre o simplemente no te apetece adentrarte en la trama, y no digo más que esto: he dejado de jugar a Fortnite para jugar al modo arena.
Nivel audiovisual: Divinity
Audiovisualmente es un disfrute importante, los gráficos están realmente cuidados (quitando un par de cosillas, como todo) y son de lo más coloridos, haciéndonos disfrutar de un mundo que irradia vida y muerte a la par según la zona en la que estés. A la hora de combatir, tanto las animaciones de movimiento e interacción como, especialmente, las de hechizos, son un deleite visual que te dicen: “Eh, mírame y disfruta de mí”. Además, está lleno de pequeños detalles gráficos que no tienen prácticamente importancia, pero que ayudan a resaltar el escenario principal.
La banda sonora es también un gozo que encaja con la personalidad del juego, que pese a haber escuchado maravillas de ella antes de poder jugarlo, me ha sorprendido que fuese tan buena. Además, un plus es que el juego está doblado en gran parte, cosa que hace que te metas más en la historia y que yo personalmente siempre agradezco. Los efectos sonoros son realistas, e incluso los silencios te transmiten la tensión o adrenalina que la música lo haría.
Conclusión
No voy a extenderme demasiado, si estás aquí es porque te interesa el juego y quieres saber si vale la pena o no, así que solo te diré: sí, cómpralo. Un juego grande en todos los aspectos que los encaja a la perfección para que ninguno destaque por encima de otro, sino que vayan todos al unísono, convirtiéndose así en el poseedor de la corona de los RPG.