El despertar demoníaco
En Maglam Lord controlaremos a un demonio que busca preservar su especie, y al ser único de esta tendrá que partir en busca del amor, todo esto mientras descubre más acerca del mundo en el que se encuentra. Nosotros elegiremos qué decir, de qué personaje enamorarnos y cómo desatar todo nuestro poder demoniaco. Vigilaremos con las decisiones, ya que el corazón roto de un demonio podría causar la destrucción de toda la humanidad.
Descubriendo el amor
Tomaremos el papel de Killizerk, un demonio que despierta después de un largo letargo que le ha servido para recuperarse de unas heridas. Sin embargo, pronto descubre que el mundo ha cambiado y tanto dioses como demonios han desaparecido, y como se trata del último demonio, ha pasado a ser considerado una especie protegida. Haremos alianzas con otros héroes, también en peligro de extinción, para que ambas facciones puedan recuperar el poder de antaño.
Maglam Lord logra presentar una interesante libertad sobre cómo reaccionará nuestro demonio al presentar múltiples respuestas que nos harán ser más malos, más graciosos o algo intermedio. Todo esto se lleva más allá cuando conoceremos al Gurú del Amor, uno de los personajes más divertidos del juego. Tendremos que ir realizando misiones para ganarnos el afecto de nuestros compañeros, ya sea luchando o de la manera que les contestemos. Iremos conociéndolos poco a poco y sabremos qué fue de ellos, llegando a ser casi lo mejor que tiene el juego.
El juego logra tener una gran personalidad que lo hace único, destacando así dentro del género de las visual novel, pero por desgracia hay una barrera que nos garantiza que las citas románticas pueden acabar mal, y esa es la parte jugable.
Luchando por el amor
Maglam Lord tiene una gran parte dedicada a ser una visual novel, entablando conversaciones con los personajes y enamorándolos, pero también cuenta con un fuerte componente de rpg de acción, y aquí es donde pierde parte de su fuelle. Cada personaje funciona exactamente igual en todos sus movimientos, lo que al final parece que sólo cambiamos de skin de personaje en vez de llevar a unos bien diferenciados.
El siguiente problema es que se puede llegar a hacer repetitivo muy rápidamente, y es que sólo hay dos tipos de misiones: las de recolección de recursos y las de asesinato de objetivos. Todas y cada una de estas misiones se irán repitiendo en los mismos lugares. En cada nuevo capítulo desbloqueamos una nueva zona, que visitaremos sin parar ya que nos pondrán una larga lista de misiones secundarias y principales a realizar en ese sitio.
La exploración se hace a través de varias zonas interconectadas, y carece de zonas que tengamos que rompernos la cabeza; Todo es bastante lineal. Del primer escenario al último lo único que cambia es la ambientación, al igual que ocurre con los personajes que llevamos.
Por el camino nos encontraremos con bastantes enemigos, y el combate mejora ante la exploración, pero sigue faltándole un empujón. Las peleas se realizan en un entorno en 2D, y todo se basa en un sistema de debilidades, según el cual cada enemigo tendrá afinidad a un tipo de arma y tendremos que cambiar a tiempo real para realizar más daño. A veces nos combinarán en una pelea enemigos con dos debilidades, pero cambiaremos de arma rápidamente sin esperar más de un segundo.
Los jefes en la mayoría de ocasiones son enemigos normales que ahora son gigantes y a algunos les cambian la paleta de colores. Casi todas las batallas se acaban en segundos, por lo que será avanzar un poco por el mundo, toparnos con un enemigo, matarlo en nada, y proseguir.
Nuevas armas y equipamiento
El juego nos obliga a realizar secundarias para subir varios niveles y así poder proseguir con la historia principal. Esto significa que recorreremos los mismos mapas múltiples veces para encontrar los objetos necesarios o para enfrentarnos a un jefe.
Algunas misiones secundarias cuentan con ciertas interacciones que nos permiten profundizar más en algunos personajes, pero seguiremos haciendo lo mismo casi toda la aventura. Cuando la misión se centra en la recolección esta nos lleva a buscar los pequeños puntos que brillan en el escenario para ver si nos dan el objeto que buscamos. Y si es de buscar a un objetivo, este casi siempre se encontrará en la última esquina del mapa posible, haciéndolo repetitivo y predecible.
Iremos consiguiendo materiales en las misiones con los que fabricar mejores armas. Hay un amplio número de espadas, hachas y lanzas para hacer, pero más allá de leves cambios estéticos y de estadísticas, todas tienen la misma animación de ataque. Esto hace que fabricar armas sea útil para que podamos pasarnos rápidamente esa parte de la aventura y así proseguir con las charlas con otros personajes, aunque hace al título menos divertido y variado.
También habrá otros personajes secundarios que iremos encontrando poco a poco, ya que lo mejor es ver cómo interactúan entre sí los personajes y ver las situaciones tan dispares que pueden suceder a nuestro alrededor.
Un equilibrio positivo y negativo
Maglam Lord hace que nos encontremos ante un claro ejemplo de título que plantea tanto cosas buenas como malas. La parte de visual novel es muy divertida gracias a una premisa y a unos personajes que logran atraparte desde el primer momento, mientras nuestro demonio en peligro de extinción busca el amor gracias al Gurú.
Pero la parte jugable es lo que llega a oscurecer esta aventura, ya que la exploración, combates, diseño de misiones y la progresión son muy repetitivos y no nos ofrecen variedad. Solo hay dos tipos de misiones, y en todo momento nos obligan a subir varios niveles realizando secundarias para poder acabar la aventura.
Si Maglam Lord hubiera salido únicamente como visual novel habría sido una aventura magnífica y destacable, pero la parte jugable ha supuesto una gran mancha que no se puede eliminar y que empaña la calidad final del título.
Jorcelo
Jugador que ha atravesado Green Hill, el árbol Deku, las ruinas de Zanarkand, Anor Londo y lo que queda. Todo a bordo de una nave poligonal, con un perro que habla y un pato que no cura. Cojo una patata y me la como