[Análisis] Outlast 2

Tengo una relación extraña con los survival horror. Por un lado, cuando se anuncia uno suelo seguirlo de cerca, y cuando ya ha salido al mercado, me gusta probarlo, darle una oportunidad para ver que me tiene preparado; una vez que lo estoy jugando, pienso para mis adentros que tal vez mi problema es que soy un poco masoca, y aunque se que voy a llevarme algún que otro sobresalto, en cierta parte ese morbo es el que me atrae a querer jugarlo. De hecho, normalmente cuando estoy jugando y llevo un rato, me gusta pausar y tomarme un descanso para mirar el móvil o ir por un refresco, cualquier excusa es buena para alejarme un par de minutos de la pantalla antes de volver. Aunque normalmente este tipo de juegos suelan tener una duración de 5 a 10 horas más o menos, y aunque esto pudiese parecer poco, creedme, suelen ser horas intensas que probablemente a más de uno se le hagan mucho más largas.

Lo que he comentado antes no eran simples desvaríos, y es que hoy os vengo a hablar de Outlast 2, la continuación de la terrorífica franquicia del desarrollador Red Barrels, que toma las premisas vistas en la primera entrega, y consigue mejorarlas hasta el punto de tener ante nosotros un título más aterrador todavía si cabe que el original. Ahora los usuarios de Switch pueden disfrutar en sus propias carnes de la experiencia Outlast en todo su esplender gracias al desembarco en la eShop de Outlast: Bundle of Terror y Outlast 2, y es en esta última versión en la cual voy a cimentar este análisis. ¿Comenzamos?

Con la iglesia hemos topado 

Empezamos nuestras andanzas en un helicóptero, poniéndonos en las zapatos de Blake Langermann, un cámara que ha viajado con su mujer Lynn hasta el desierto de Arizona para intentar arrojar algo de luz sobre el escabroso asesinato de una mujer embarazada llamada Anna Lee. El piloto pierde el control del aparato, y nos estrellamos en ese fantástico lugar a horas intempestivas de la noche, puesto que ir de día, pues no se, seguramente no tendría tanta gracia.

El caso, es que una vez que el helicóptero se estrella, y hayamos al piloto muerto (no de forma natural, desde luego), empieza nuestro calvario. Nuestro protagonista, en un intento desesperado por buscar a su mujer, se topará con un puñado de pueblerinos que nos miran desde la distancia, y que no son lo que se dice hospitalarios, precisamente. Allí nos toparemos con el bueno de Sullivan Knoth, también conocido por sus fieles como papá Knoth, el líder religioso de esta especie de secta católica retorcida, que ha secuestrado a Lynn a la fuerza, y os adelanto que no con buenas intenciones. Nuestro cometido será buscar a nuestra señora y abandonar ese lugar, aunque no será sencillo…

Terror en estado puro

La jugabilidad es básicamente la misma que nos presentaba la primera entrega: nos ponemos en los zapatos del protagonista y vamos avanzando mientras intentamos evitar el posible infarto por susto inesperado. Os recuerdo que somos un mero cámara, por lo que nosotros no tenemos medios para enfrentarnos a los enemigos que salgan a nuestro paso, y esto es algo que el juego deja bien claro al comenzar una partida con la siguiente frase:

Grábalo todo. No sois guerreros, así que solo hay un modo de afrontar los horrores del desierto: corriendo, escondiéndote… o muriendo.

Nuestra única y mejor aliada es la cámara de vídeo que llevamos con nosotros, gracias a la cual no solamente podemos ir filmando aquello que vemos a nuestro alrededor, eso realmente es totalmente secundario, lo verdaderamente importante es que tiene una visión nocturna, algo VITAL con mayúsculas para nuestra supervivencia, ya que aún siendo muy valientes, a nadie le gusta quedarse en la penumbra mientras unos locos se dedican a soltar comentarios desde sepa usted donde, mientras nos buscan desesperadamente para acabar con nuestra miserable existencia sin poder adivinar ni por donde van a clavarnos el cuchillo. Además, en esta ocasión se ha añadido al bendito cacharro un micrófono, que nos ayudará a captar aquellos sonidos que haya cerca de nosotros.

Esto nos lleva a lo siguiente, hay dos objetos que son totalmente necesarios para, bueno, ya sabéis, mantenernos vivos y tal. Las pilas, esos semidioses alcalinos que nutren la vida de nuestra videocámara, y que sirven para mantener activa la visión nocturna y el micrófono. Por otro lado, tenemos los vendajes, esos pequeños rollos de lino que como bien habréis adivinado, tienen como única finalidad curar nuestras heridas, puesto que si te pegan cuatro hachazos por la espalda corres un riesgo severo de morir, pero si puedes liarte alrededor del brazo uno de estos maravillosos inventos, nuestras hemorragias internas extremas sanarán y todo se solucionará rápidamente, en caso contrario, nos queda la muerte y poco más.

La acción se desarrolla en dos lugares; uno es Temple Gate, una zona central de Arizona llena arena, oscuridad y locos paletos seguidores del culto del Testamento del Nuevo Ezequiel; la otra ubicación, es el colegio católico St. Sybil High School, lugar en el que estudiaron los personajes centrales de la historia (Blake, Lynn y Jessica). Da igual por donde nos toque avanzar en cada momento, puesto que en ambos van a intentar asustarnos, y mejor todavía, matarnos; aunque bien es cierto que en las lúgubres entrañas de Arizona hay una mayor cantidad de personajes deseando echarnos el guante (o siendo un poco más conciso, clavarnos algo puntiagudo). Por supuesto, no solamente nos van a perseguir pueblerinos sin más, siempre es menester que haya algún que otro secundario que se dedique a acosarnos y a infundir un poco más de terror en nuestros corazones que el resto; en este caso tenemos a seres tan icónicos como: una mujer larguirucha y famélica bastante paliducha que porta un pico como arma, y que tiene la fea manía de esperarnos quieta desde la distancia hasta que decide perseguirnos; un enano con una ballesta montado a lomos de un gigante deforme y jorobado; y alguno que otro más.

Una de las primeras cosas que noté cuando empecé a jugar, era una mayor sensación de inseguridad en todo momento, comparativamente hablando con el juego original. Esto se debe a que en muchas ocasiones tenemos que desenvolvernos en espacios abiertos, como maizales o zonas de bosque, o incluso en pequeñas zonas con casas donde podemos ir de una a otra. En el primer título, casi toda la parte jugable se desarrollaba en el sanatorio, y aunque pudiese ser más o menos imponente, era un edificio con sus cuatro paredes y sus diferentes salas, y es mucho más fácil tener controlado por donde puede venir un enemigo cuando tienes esto, que cuando te encuentras en campo abierto. Esa seguridad que te aporta el que la acción se desarrolle en un sitio cerrado, se pierde por completo en esta segunda entrega, y en muchos casos es complicado saber hacia donde ir para evitar que te pillen o por donde esconderte.

Una puesta a punto de infarto

Gráficamente el juego se encuentra a un buen nivel. Hay dos zonas por las que nos moveremos totalmente diferenciables, la primera y en la que más tiempo pasaremos, será Arizona, una zona desértica con escasa vegetación, casas de madera viejas y hermosos maizales entre otros, donde seremos perseguidos por una muchedumbre enfurecida linterna y arma blanca en mano, en busca de nuestra persona. La otra localización, es St. Sybil High School, un colegio lleno de aulas, parafernalia católica y cosas típicas de estos lugares (pupitres, pizarras, baños), una construcción mucho más moderna, en la que pasaremos menos tiempo, pero no por ello será plato de buen gusto recorrer sus pasillos en comparación con los áridos lugares de Temple Gate.

Por supuesto, el juego hace un buen uso del contraste entre luces y sombras (más de lo segundo que de lo primero), algo necesario para conseguir que la experiencia sea lo más terrorífica posible. En cuanto a los personajes secundarios que se dedican a perseguirnos de forma incansable, hay algunos que destacan por su diseño a la hora de infundir el terror en nuestros corazones, particularmente me quedaría con la señora alta del pico (a la cual mencioné anteriormente) y un “ser” que se dedica a perseguirnos por el colegio, y del cual prefiero no dar más detalles, puesto que es un descubrimiento que merece la pena hacer por uno mismo (o tal vez no).

No suelo hablar mucho de los frames y los píxeles, no soy fan de ponerme tan técnico en los análisis, de todas formas, si creo que es menester comentar que el cambio más significativo entre esta versión y la del resto de plataformas, está en el paso de 60fps a 30fps que ofrece el juego en Switch. He notado también que se hace un mayor uso de la niebla, como método para evitar que veamos demasiado en la distancia, y dar así un margen de tiempo para cargar los elementos del escenario; algo que no estaba presente en la versión de PC cuando jugué en su día. Además de esto, las texturas están generalmente menos detalladas; pero bueno, esto era algo que tenía que pasar, un mal necesario para poder realizar el port, que en contra de lo que pueda parecer por lo que he dicho en estas líneas, cumple de manera muy solvente tanto en el modo dock como en el portátil, que es el que he utilizado más frecuentemente.

En cuanto al apartado sonoro, son 14 las pistas que componen la banda sonora del título, a cada cual más espeluznante que la anterior y que saben mantenernos en constante tensión para evitar que nos relajemos en ningún momento. Asimismo, los efectos sonoros como las pisadas, las voces de aquellos que pasan cerca de nosotros o el chirriar de una puerta al abrirse, todo ello en conjunción con la música, crea una atmósfera tenebrosa que nos hará estar en alerta constante todo el rato.

Conclusión

Outlast 2 ha conseguido hacerme disfrutar y sufrir a partes iguales, como ya lo hizo la primera parte tiempo atrás. Es cierto que la formula jugable es básicamente la misma, y que la innovación peca de ausente, pero, ¿es algo malo? Esto es algo discutible, puesto que hay franquicias que aún tirando siempre de la misma fórmula (con algún cambio menor en el mejor de los casos), son alabadas; y por contraposición, otras obras son azotadas duramente bajo el recurrente mantra de “reutilizar lo de siempre y no tener cambios sustanciales”. Pero, ¿si algo está bien para qué cambiarlo? Sería bueno recordar que en sus raíces, Outlast, no busca darnos una escopeta y hacer que nos enfrentemos a nuestros miedos (cosa que ya ofrecen otros muchos títulos en el mercado), sino todo lo contrario, quiere hacernos sentir miedo, dejarnos indefensos, hacer que nos sintamos vulnerables, ya que todo va a intentar matarnos pero nosotros no podemos combatir contra ellos, esos monstruos son superiores a nosotros y solamente nos queda correr, escondernos o morir. Con esta premisa en mente, ¿cuantos cambios a nivel jugable se pueden hacer si deseamos mantener la esencia? A mi no se me ocurren demasiados.

Aún con esto, ha sabido entregar una historia diferente con la religión como pilar fundamental, con unos personajes aterradores que harán que soltemos algún que otro improperio al verlos venir hacia nosotros en la distancia. Además, me he sentido mucho más inseguro entre los campos de maíz de esta entrega, atento a las luces de las linternas y el ruido de mis pisadas; que entre las cuatro paredes del hospital psiquiátrico Mount Massive. El estudio Red Barrels ha hecho un trabajo de notable/sobresaliente con Outlast 2, y ha conseguido portearlo a Switch sin comprometer un ápice su jugabilidad, por lo que solamente me queda darles la enhorabuena.