De la mano de Devilish Games, estudio de desarrollo español con sede en Alicante, nos llega Path to Mnemosyne, una experiencia surrealista que pone todos nuestros sentidos en estado de alerta. Estamos ante una propuesta arriesgada. Arriesgada hasta tal punto, que no sabría como clasificar. Path to Mnemosyne genera en el jugador un magnetismo tan visceral que es difícil de explicar.
Sumergios con nosotros en el mar de los recuerdos que nos muestra Path to Mnemosyne. Un mar lúgubre y a la vez bello. Un túnel eterno en el que lucharemos por recordar nuestro pasado. Dentro análisis.
Un camino por recorrer. Análisis de la historia
Ya desde el propio “menú” de Inicio del juego, nos ponemos en situación. El rostro de una niña, una niña inexpresiva de ojos vacíos, está ante nosotros. Y es cuando decidimos comenzar a jugar (en realidad, solo tenemos esa opción en e menú) cuando la cámara se acercará a uno de esos dos profundos pozos negros. Se acercará tanto, que de repente ya no estaremos allí. Este zoom, nos acompañará durante todo el desarrollo y marcará la principal seña de identidad del juego. Nos encontramos en un túnel, un túnel infinito que se pierde en la lejanía, y en el centro de la escena, una niña mirará hacia atrás mientras oímos una voz.
“Estás aquí porque has elegido recordar.”
Será esta voz, una voz masculina anónima, la que nos incitará a avanzar. Debemos recuperar nuestros recuerdos, recorriendo, sin escapatoria alguna un túnel atestado de las más bizarras y grotescas imágenes. Path to Mnemosyne llama, de manera muy directa y poderosa, la atención del jugador.
Cada cierto tiempo, alguna especie de bloqueo aparecerá ante nosotros, y será nuestra misión recuperar unas pequeñas llamas azules; nuestros recuerdos, para poder avanzar. De vez en cuando, nuestro interlocutor invisible nos animará en nuestro camino… aunque no será nuestro único acompañante.
Cuando el juego se presenta más interesante, cuando crees que la trama se ha puesto realmente peliaguda, es ahí cuando el juego acaba de forma abrupta
Llegado un momento, las cosas no parecerán tan sencillas como al principio, y comenzaremos a dudar de la realidad de nuestro objetivo. Y por desgracia justo en este punto será cuando el juego termine. Path to Mnemosyne, con toda su simpleza, consigue hacer que me pregunte que está pasando, y más importante, consigue que me lo pregunte con interés real por entenderlo. Cuando empiezas a dudar de todo, cuando eliges si obedecer o rebelarte, el juego cambiará, pero no cambiará de manera orgánica, mostrando nuevas opciones o un desarrollo diferente, sino añadiendo una única cinemática de pocos segundos al final.
Personalmente, habría disfrutado mucho más de una o un par de horas más de juego, de alguna explicación más, o simplemente con algo más de contexto. Soy partidario de las historias con trasfondo, de esas que no se cuentan con cinemáticas y requieren de la atención del jugador para formar una teoría que se acerque a la realidad. Pero en Path to Mnemosyne este trasfondo es difuso.
Puede que el juego esté diseñado así por temas de presupuesto o simplemente por decisión creativa o artística, pero como jugador sigo echando en falta algo más de hilo con el que tejer mi propia teoría.
Un efecto túnel eterno salpicado de brillos y sombras. Análisis de la jugabilidad
Path to Mnemosyne es una experiencia fresca, y consigue serlo gracias a dos señas de identidad muy marcadas. Una, su espectacular y tétrico apartado artístico. La otra, la sensación de túnel, una sensación totalmente lograda gracias a un efecto de zoom, un zoom infinito que nos acompaña siempre.
Pero el gameplay no solo se basa en avanzar por este eterno túnel, sino que basa su jugabilidad en puzles, experiencias que nos ayudarán a profundizar en la mente de nuestra protagonista. La mayoría de estos puzles se basan en la memoria, creando patrones que deberemos recordar y reproducir.
Además, en Devilish Games han sabido aprovechar el túnel que han creado, jugando en muchas ocasiones con la perspectiva, y haciendo que el jugador se estruje la mente para recordar no solo este o aquel patrón, sino también obligándolo a fijarse bien y a preguntarse si lo está mirando desde el ángulo correcto. Para esto, una vez más, el equipo de desarrollo ha recurrido al efecto túnel, permitiendo, solo en algunas ocasiones, que los jugadores puedan moverse a otros planos del mismo túnel, variando así su punto de vista. Esto será totalmente clave a la hora de afrontar algunos de los retos que nos propone el juego.
Un compendio de puzles que cabalga a medio camino entre el despunte de genialidad y la banal repetición de pruebas vistas hasta la saciedad
A lo largo de los 6 niveles en los que se divide el juego, nos encontraremos con una modesta cantidad de puzles. Como hemos dicho, muchos se basan simplemente en la memoria, mientras que otros juegan con la perspectiva o la velocidad de reacción del jugador. Algunas de las pruebas que hemos superado suponen un auténtico reto, con reflejos de genialidad incluso, pruebas que nos han hecho pararnos a pensar. Otras, sin embargo, se limitan a hacer al jugador recordar un patrón de botones, o pulsar el botón en el momento justo.
Este baile de luces y sombras es, una vez más, una pena. Entiendo las limitaciones del estudio, pero en un juego tan corto creo que era esencial que las pruebas presentadas tuvieran frescura, una frescura que le falta casi al 50%.
Hay un detalle, un detalle que personalmente me ha encantado, pero que entiendo que puede crear conflicto. En ningún momento recibimos ningún tipo de ayuda en el juego. El jugador tendrá que observar bien su entorno, variar su enfoque o estudiar bien el puzle, pues Path to Mnemosyne no da, en ningún momento, una pista sobre como afrontar uno de sus retos. Todas las respuestas están siempre ahí, y el jugador tiene que ser el que encuentre la respuesta, a pesar de que, en un principio, esta parezca imposible.
Una experiencia que ataca a los sentidos. Análisis del apartado artístico
Y aquí vamos con otro de los puntos fuertes del juego; su apartado artístico. Criaturas deformes, insectos, miembros humanos, caras agónicas, esqueletos, plantas en descomposición, desde su inicio Path to Mnemosyne abruma al jugador con un desfile surrealista repleto de visiones pasmosas. Todas estas apariciones se retuercen y entrelazan en el túnel formado por el juego, acompañándonos y formando visiones caleidoscópicas que nos encogen por dentro.
Quizá para algunos sea raro encontrar belleza entre todas estas aberraciones, pero el juego sin duda luce de una manera hermosa.
Su paleta de colores, siempre blanca y negra, con fundidos y tonos grises, se ve salpicada en algunas ocasiones de azul, dando la importancia que necesitan a los recuerdos dentro de este mar bicromático. Esta narrativa visual resulta muy efectiva y consigue llamar la atención del jugador sobre las cosas realmente importantes, lo que necesita para avanzar.
Además, el sonido del juego también busca tocar nuestro subconsciente. Continuamente seremos acompañados por las pisadas de la niña, su respiración, el sonido de su corazón. Sin embargo, cuando avanzamos sin freno, solo corriendo, una especie de ruido blanco va creciendo, hasta convertirse en un rugido estridente. Todas estas sensaciones, unidas al apartado visual, hacen de Path to Mnemosyne algo realmente especial.
Los temas musicales siguen al pie de la letra lo ya establecido, generando una sensación extraña y visceral en el jugador y tocando teclas que pocas obras consiguen tocar.
El juego presenta, no obstante, problemas técnicos en algunas de sus secciones
Sin embargo, no todo podía ser belleza en el juego, pues en algunos segmentos del desarrollo podemos observar grandes problemas de rendimiento. En el modo portátil de Nintendo Switch, y más localizados en la sección que juega con la “translocación” del personaje, el juego daba enormes tirones al avanzar, viéndose incrementados al utilizar cualquiera de los portales.
Estos problemas eran muchísimo menos frecuentes en las zonas de “avance tradicional” pero cuando sucedían llegaba a hacerse realmente molesto.
Conclusión
Path to Mnemosyne es una experiencia sensorial fuera de lo común, que consigue enganchar al jugador con una personalidad realmente única, sin embargo, se echa de menos un trasfondo más detallado y unos puzles más frescos. La obra de David Ferriz, no obstante, consigue llamar fuertemente la atención de cualquiera gracias a un apartado artístico que pega justo donde quiere, directo al subconsciente, entrelazando de manera perfecta la trama del juego con las sensaciones que logra recrear.