[Análisis] The Lost Child

[Análisis] The Lost Child

Los videojuegos han sido parte de mí desde que tengo memoria. Como hacen muchos niños, experimenté con prácticamente todo el abanico de géneros jugabilísticos que caían en mis manos. Desde juegos de rompecabezas hasta títulos de acción y aventuras, disfruté de todos ellos, de algunos más que de otros. Sin embargo, durante todo mi tiempo sentado frente a una pantalla, ha habido un género que se destaca sobre el resto: los juegos de rol. Hoy os quiero hablar de la última obra del director de El Shaddai, Sawaki Takeyasu, que está de vuelta en la industria con The Lost Child, un título que presenta un mundo y personajes completamente nuevos. Asimismo, ofrece un intenso combate por turnos y desafiante acción típica de un dungeon crawler.

¿Cthulhu, Dios y demonios? ¿Esto qué es? 

El juego comienza con la investigación del periodista del ocultismo, Hayato Ibuki, siendo empujado frente a un tren por una sombra negra en su espalda. En el último momento, es salvado por un ángel, que le da una misterioso maleta completamente cerrada y le dice que tiene que vivir. Nuestro periodista es The Chosen One (El Elegido), el único que puede llevar a cabo la voluntad de Dios y luchar contra las malvadas deidades decididas a causar estragos en el mundo mortal. Bienvenido a The Lost Child, un dungeon crawler por turnos de Kadokawa Games y NIS America.

The Lost Child tiene una curiosa mezcla muy original y creativa de influencia cristiana, Los Mitos de Cthulhu y algunas otras sorpresas. Es una mezcla interesante, especialmente para todos los fans de Lovecraft. Es extraño a la par que interesante ver a ángeles contra otros seres como Dagon y Hastur. A menudo, mientras te encuentras fuera de las mazmorras, conocerás a algunos de los personajes. La historia en sí tiene algunos buenos giros y, como la mayor parte del juego vamos a estar en las mazmorras, las secciones visual novel son relativamente cortas. Para ser franco, la historia es adecuada y perfectamente agradable, pero no profundiza. Es una gran trama pero no está fundamentada tanto como me hubiese gustado, hubiera sido bueno ver un poco más de interación entre los personajes, ya que la narración concisa deja a la mayoría de estos un poco planos, y es muy complicado empatizar con ellos. Si bien el juego me ha resultado muy disfrutable, los personajes son de todo menos memorables (obviando a Cthulhu, por supuesto).

Entre mazmorras y bestias del inframundo

The Lost Child va directo al grano, y es que entra en acción prácticamente nada más empezar. Los conceptos básicos se explican bien y las primeras horas de juego se pasan con rapidez siendo bastante ligeras de digerir. Las secciones de novela visual son nítidas y concisas, ya que presentan a los personajes principales. Se nos ofrece una buena comprensión de nuestro protagonista, Hayato, y de Lua, nuestro ángel celestial ayudante, que se encargará de darnos apoyo en todo momento, dejando claro rápidamente cuáles son sus roles. La base de operaciones es la oficina en la que trabajamos, donde se recogen las investigaciones que necesitaremos para los artículos de nuestra revista y, por coincidencia, también son el foco de algo demoníaco (supongo que es bastante lógico dado que somos periodistas de lo oculto, y por ende, vamos buscando el misterio).

Nuestro mayor aliado en el juego (con permiso de Lua) es el Gangour. ¿Qué es un Gangour? ¿Recuerdas esa misteriosa maleta con cadenas que mencioné antes? Pues contiene un arma muy especial. Si la utilizamos para disparar a un demonio, tendremos la oportunidad de capturarlo. Si tienes suficiente karma, puedes purificar el Astral del demonio y forzarlo a luchar en tu grupo. Esto es algo que difícilmente no lleva a cualquiera a acordarse de Pokémon, los famosos “monstruos de bolsillo”, aunque en este caso, hablamos de monstruos de verdad, no hay adorables bolas rosas o ratones eléctricos de mofletes sonrojados, más bien, seres amorfos llenos de espinas, colmillos y demás, que forman seres poco “agradables” a la vista. Hay 250 Astrals diferentes para coleccionar, y sin duda, este afán de de hacerse con todos añade un poco de entretenimiento a larga rutina que supone patearse oscuros pasillos de principio a fin.

El mundo de The Lost Child tiene capas invisibles, y dentro de estas, los demonios esperan al acecho. Durante las investigaciones, tendremos que aventurarnos en estas y explorarlas. Estas mazmorras por las que se desarrolla la aventura, no son especialmente cortas, cada una de ellas es un laberinto lleno de pisos. La mayoría de las puertas están desbloqueadas, pero algunas están bloqueadas y requieren que hagamos un pequeño esfuerzo de búsqueda para abrirlas. Aquí es donde The Lost Child realmente brilla. Hay que enfrentarse con palancas y cristales ocultos, áreas empapadas de agua que bloquean nuestro camino y acertijos que deben ser resueltos. No solo nos adentramos en la oscuridad como una rata perdida en una alcantarilla, sino que cada mazmorra en sí es un acertijo a la espera de ser resuelto y a medida que avanza el juego, se vuelven más y más truculentos.

Un pequeño mapa se encarga de ayudarnos con el seguimiento de nuestro progreso, y gracias a este, podremos ver fácilmente las puertas por las que hemos pasado y donde posiblemente haya una sección que hayamos pasado por alto o que ahora sea accesible. Una pequeña función automática realmente simple, pero inteligente, te permite trazar una ruta previamente tomada y retroceder, haciendo que el dolor de tener que dar marcha atrás sea mucho menos angustioso. Mientras te dedicas cazas criaturas en las profundidades mientras estás investigando, también necesitarás buscar los (benditos y necesarios) puntos de guardado y escaleras que te lleven al siguiente nivel. Gracias a una perspectiva en primera persona y algunos ingeniosos movimientos mecánicos, la exploración es fácil y eficiente. Hay opciones para acelerar el movimiento que son realmente útiles para el piloto automático alrededor de los niveles más grandes. Las mazmorras son la columna vertebral del juego, así que espera pasar la mayor parte de tu tiempo recorriéndolas alegremente.

Mientras cazas, exploras y das vueltas en círculo porque te has confundido de camino y escaleras (verídico), también estarás expuesto a los constantes ataques de los demonios. Estos encuentros aleatorios pueden ocurrir en cualquier momento (andando con normalidad en cualquier punto de la mazmorra) y nos llevarán a un enfrentamiento contra algunos seres bastante desagradables. Nuestra simpática compañera Lua, a veces nos comentará si entre los enemigos hay una nueva criatura para nuestra bizarra colección de criaturas del averno (aunque realmente, con algo de memoria es fácil saber que has atrapado y que no), así podremos sacar nuestra querida pistola caza demonios y disponernos a combatir.

Las peleas se desarrollan por turnos. Hay cinco huecos en nuestro grupo, dos de las cuales están ocupados por Hayato y Lua, mientras que los tres restantes, sirven para que nuestros Astrals capturados y purificados se unan al combate. Más pronto que tarde engrosaremos nuestra lista de bichos del inframundo un montón, así que deberemos elegir sabiamente. Puedes sustituir Astrals por otros con diferentes elementos y habilidades mientras exploras las mazmorras, pero esto te costará una barra de la batería de tu Gangour, lo que te obliga a pensar realmente cuáles usar. Con Hayato podremos hacer un ataque físico o usar el Astral Burst que combine los ataques de los Astrals en una práctica bala de destrucción. Los miembros de tu grupo pueden usar alternativamente sus habilidades específicas (magias dañinas o sanadoras que gastan una cantidad de maná), usar objetos o defenderse. Y si realmente te ves incapaz de afrontar el combate, siempre puedes intentar escapar.

Si estás buscando una pelea menos táctica, hay una práctica opción de autoataque que puede acelerar las cosas. Esto es particularmente útil una vez que tus personajes se fortalecen y buscas acelerar las peleas y concentrarte en la exploración de mazmorras. Los encuentros aleatorios (como suele ocurrir en los títulos de esta temática) pueden ser molestamente frecuentes. Está bien mientras subes de nivel, pero si estás satisfecho con tu nivel, jugando en el Modo Fácil o caminando en círculo luchando por encontrar una solución al nivel en el que estás, el autoataque es un pequeño golpe de genialidad, que servirá de ayuda a más de un jugador.

The Lost Child hace todo lo posible para optimizar su jugabilidad. Junto con el piloto automático y el ataque automático, hay un sistema de menú muy simple que te permite actualizar, subir de nivel, cuidar de los Astrals y equipar armas y armaduras a los protagonistas con mucha facilidad. Hay muchas cosas que hacer mientras entras y sales de las mazmorras, pero todo es muy sencillo de gestionar. Mientras Hayato y Lua suben de nivel automáticamente con el XP ganado en los combates, los Astrals necesitan un poco más de atención. Además de XP, las batallas y las decisiones tomadas fuera de las mazmorras (en los momentos más visual novel) también te otorgan karma: buen karma, malvado y neutral. Necesitas esto no solo para purificar a los Astrals, ya que mientras no sean purificados no podrán formar parte del equipo, e igualmente, es necesario para subirlos de nivel. Cuanto más trabajes y más karma recibas, más tendrás que gastar en tus adoradas aberraciones del averno. A medida que avances, también podrás aumentar aún más la fuerza de tus Astrals cambiando su forma y luego subiéndolos aún más de nivel. Igualmente, podemos concentrar gran parte de nuestros esfuerzos en crear seres con roles definidos, como tanques o sanadores, que serán de gran utilidad.

Una puesta a punto con luces y sombras

Visualmente, el juego tiene un poco de todo. Si bien el arte de los modelos de personajes y Astrals es excelente y ayuda a dar vida al mundo, las mazmorras tienen paredes con texturas de baja resolución que parecen sacadas de un juego de PlayStation 2. Cada piso es oscuro, monótono en cuanto a su construcción se refiere (salas idénticas, mismos materiales y puertas). Por supuesto, la temática tétrica y escasa de iluminación es algo que el propio juego pide por su temática, y en este punto no hay ningún problema, pero una variedad un poco más visual y estructural habría sido muy interesante y agradable.

El audio es otra área donde tengo problemas con el juego. La banda sonora no tiene grandes temas destacables, aunque se adecuan y ajustan al tono del juego, de todas formas, hay uno que me ha gustado por encima del resto, y es el tema de la batalla contra los jefes, cuyos acordes te mantienen atento y en constante tensión. Luego está la actuación de voz, que bueno… no hay gran cosa que comentar sobre esto, es bastante mediocre a mi parecer, aunque contamos con la posibilidad de ponerlas en japonés e inglés, yo, por supuesto, he optado por la versión original nipona. En cuanto a los subtítulos y para tristeza de muchos, el inglés es la única opción factible, aunque es un inglés bastante accesible, será necesario un cierto nivel para jugarlo.

https://www.youtube.com/watch?v=taLgHNblRY4

 

Para completar el juego nos harán falta fácilmente entre 35-40 horas. Ojo, una vez terminada la historia principal todavía queda diversión de sobra para seguir con más investigaciones y un nuevo desafío. En caso de que decidamos seguir, probablemente podamos extender la vida útil del título otras 100 horas o más, y sin ánimo de entrar en spoilers, cuando completéis The Lost Child descubriréis el porqué.

Conclusión

The Lost Child es un dungeon crawler tremendamente entretenido. A pesar de su buen hacer en el plano jugable, más concretamente en los combates, y de historia como poco original, son las mazmorras donde realmente brilla este título. Abrirse camino a través de ingeniosas mazmorras de dificultad creciente, ha conseguido mantenerme enganchado sin que nunca me aburra. Si a esto le sumamos el factor coleccionable de dedicarse a atrapar a todos estos infraseres monstruosos, este título lovecraftiano tiene mucho que ofrecerte.

Kalas

Veterano en esto de escribir sobre videojuegos, pero un día me cansé y decidí fundar mi propia web. No soy amante de las marcas, sino de los buenos juegos, aunque Nintendo ha estado muy presente en mi infancia. Sobrevivo en mi lucha por convertirme en un especialista en Asia Oriental.