[Artículo] Arthur Morgan: Redención y balada triste de trompeta

[Artículo] Arthur Morgan: Redención y balada triste de trompeta

Este texto incluye spoilers de Red Dead Redemption y Red Dead Redemption II

En poco más de 3 semanas se cumplen 2 años del lanzamiento de Red Dead Redemption II, hasta la fecha el último título de Rockstar. La compañía tras franquicias tan exitosas como Grand Theft Auto o Midnight Club se sacó de la manga en 2018 esta suerte de precuela que nos contó el origen de la banda a la que perteneció John Marston, protagonista de la primera entrega. Así, el mismo Marston pasaba a un segundo plano para ceder el papel principal al, hasta entonces, desconocido Arthur Morgan. Este homenaje al western clásico de los años 40, 50 y 60 nos muestra el auge y caída del grupo liderado por Dutch Van der Linde, un criminal sin escrúpulos que juntó a escoria que renegaba de la industrialización de la sociedad. La vida salvaje, la actitud nómada y el carpe diem eran el día a día de un sólido grupo que, como era de esperar, terminó fragmentándose en mil pedazos. Y, en estos, Arthur Morgan encontró la redención que tanto ansiaba.

 

Una sanguijuela capaz de todo por un trozo de oro

En la primera entrega de Red Dead Redemption encarnábamos a John Marston, un antiguo criminal que debe lidiar con las consecuencias de su pasado. Años antes formó parte de la banda del prófugo Dutch Van der Linde, un ídolo venido a menos que ya dejó atrás sus tiempos dorados. Edgar Ross, agente del Bureau, obliga a Marston a dar caza a algunos de sus antiguos compañeros, como Bill Williamson o Javier Escuela, hecho que provoca que este se sumerja de nueva en una vorágine criminal que juró abandonar una década atrás. En el periplo de esta aventura, observamos cómo Marston es capaz de cualquier cosa con tal de salvar a su familia, terminando sin compasión con varias personas con las que compartió experiencias vitales. Pero… ¿de dónde viene esta preocupación de Marston por la familia? Sin saberlo, en la primera entrega ya estábamos presenciando el legado de Arthur Morgan.

Red Dead Redemption II, por su parte, comienza con desconcierto. El título de Rockstar Games da inicio en medio del jaleo provocado por un robo y una huida, pero nosotros, igual que sucede con el propio Morgan, desconocemos qué ha pasado. Y esta decisión, que puede parecer desafortunada, nos mete en el papel del protagonista desde los primeros segundos. Van der Linde y su tropa son forajidos, prófugos de la ley. Se esconden, delinquen y nunca dan la cara. Esta es la esencia de la vida del bandido, campan de un lugar a otro sin rumbo fijo, se guían por rumores y voces que cantan a su favor, tomando decisiones vitales guiados por el instinto de un líder que va cediendo cada vez más lugar a la locura, a esa falta de cordura que vimos en el primer título de la franquicia (siempre que no contemos el olvidado Red Dead Revolver, ese juego que Rockstar rescató el cubo de deshechos de Capcom).

Y, entre este caos, desconcierto y falta de escrúpulos, una cabeza de la Hydra destaca por encima del resto. Esta, por supuesto, es la del mismo Arthur Morgan. El protagonista es un ser despreciable, un hombre temido en muchos lugares con una leyenda negra sobre su existencia. En los primeros pasajes del título, observamos la ausencia total de empatía en el comportamiento de un Morgan capaz de cualquier cosa siempre que obtenga un beneficio. De hecho, le es indiferente si es material, personal o emocional, no ve más allá de sus propias reglas. La vida de Morgan se ha convertido en una espiral que gira en consecuencia a actos sin premeditación, un caos absoluto donde no importa siquiera estar vivo para presencia el próximo amanecer. Y, en ese momento, reaparece Mary Linton, un personaje que podría portar un apellido bien distinto.

Amor único y verdadero

Rockstar Games introduce esta misión en el momento exacto. De hecho, la misma es la que da nombre a este sub-apartado del texto. Mary regresa para dar un vuelco a la vida de Arthur, un déspota que ha pasado de dictaminar el devenir de otras vidas a cuestionarse los motivos de su existencia. Morgan llevaba cierto camino recorrido, empezaba a comprender que había opciones más allá de la satisfacción personal, pero ese reencuentro con Mary Linton lo cambió todo. Años después, y con todo el dolor mediante, el protagonista de esta obra se monta en su caballo para ayudar a la mujer que en un pasado amó. Y, tras hacerlo, Red Dead Redemption II da un giro de 90º, porque todavía queda ese golpe definitivo que gira la rueda hasta los 180º.

De golpe y porrazo, Morgan empieza a comprender que existen matices, incluso es consciente de la existencia de la empatía, un sentimiento que le hará contemplar otros caminos que aún no ha recorrido. La banda de Van der Linde sufre pérdidas, con el paso de los acontecimientos Dutch comienza a sumergirse en esa vorágine que le conducirá a la locura, y el propio Arthur intenta hacerle entrar en razón sin éxito. Se vuelve conspiranoico, desconfiado y zafio, una persona desleal que, lejos de ejercer como figura paterna, toma cada solución por la vía personal. En este punto, Morgan se encuentra en el polo opuesto de este pensamiento, es la otra cara de la moneda. Comienza a ver cómo el grupo se resquebraja sin atisbo alguno de solución, como cada pilar que constituía un miembro es corrompido con grietas que no podrán cerrarse. Y Arthur Morgan, lejos de ganar, empieza a despedirse de todo lo que un día tuvo.

 

Las 5 etapas del proceso de pérdida

En los últimos compases de Red Dead Redemption II, Rockstar nos golpea con ese golpe definitivo que mencioné líneas atrás. Arthur cae enfermo de tuberculosis, una enfermedad que, en aquellos tiempos, carecía de cura, y es aquí cuando empieza a ser consciente de todo lo que va a perder. De hecho, asume que ya no tiene nada que ganar ni demostrar. Lejos de volverse apático, Morgan comienza su propio arco de redención, ese que da título a la franquicia. Dona a los necesitados, encadena favores y perdona situaciones que antes le hacían entrar en cólera. Pero, mientras nuestro protagonista intenta ascender en su propio espectro moral, Dutch Van der Linde ya se sumió en un pozo del que nunca volverá a salir.

Morgan reacciona, tarde, pero sigue adelante con su propósito de un mañana mejor, de una última justificación noble a una vida llena de crimen. Por desgracia, ya no puede hacer nada, únicamente perder y desandar descalzo todo el camino recorrido, una senda de dolor y sufrimiento que él mismo fortificó. Los miembros del grupo comienzan a perecer, y aquellos que sobreviven huyen en busca de una nueva oportunidad. Mary Linton toma la forma de un espectro del pasado, no sin antes asegurar que ese buen hombre dentro de Morgan está luchando contra un gigante. Y Marston, el alma del primer Red Dead Redemption, recibe un último consejo de nuestro protagonista, una sugerencia que provoca un nuevo rumbo en la vida de un hombre perdido, una senda desconocida que muestra a John que, por encima de todo, está la familia. Pero, aún con eso, vislumbró de forma poética un último amanecer, un acto visual no narrado que nos confirma que, por suerte, Arthur Morgan cerró su arco de redención.