[Artículo] The Last Of Us Parte II: La melancolía armónica de un mundo silencioso

[Artículo] The Last Of Us Parte II: La melancolía armónica de un mundo silencioso

Este texto incluye spoilers de The Last Of Us y The Last Of Us Parte II.

The Last Of Us Parte II es, por encima de todo, matices. El último título de Naughty Dog vio la luz el pasado mes de junio. Y hoy, en el día que se conmemora la franquicia, con poco más de tres meses en el mercado, podemos afirmar que el estudio americano nos regaló una obra antológica. En su mejor trabajo como director, Neil Druckmann nos ofrece un título vasto en el que, además de ampliar la experiencia jugable de la primera entrega, aboga por los sentimientos y emociones como eje crucial del argumento. Y, para acompasar los mismos, utiliza una melancolía armónica sin sonido, un abuso intencionado de los silencios que, lejos de desconectar al jugador, le ayuda a reflexionar, pausar y saber qué está enfrentando. Hoy, en el día de The Last Of Us, hablamos de la ausencia, la decadencia y los vacíos de la segunda entrega de la franquicia.

 

La justicia es una moneda de dos caras

The Last Of Us Parte II no existiría, y esto es una obviedad, sin su primera entrega. En ella conocimos a Joel, un mercenario cansado de vivir que sigue sobreviviendo por instinto. Ha perdido la esperanza, las ganas de continuar, pero ya cruzó hace tiempo una línea de no retorno. En el universo de la obra de Naughty Dog, a temprana edad asumes que o matas o mueres. Y esa lección, por desgracia, Joel la tiene muy aprendida. El oriundo de Texas, Austin, no ha recibido un buen trato del tiempo, ni física ni emocionalmente. Si bien es corpulento, con movimientos toscos pero contundentes, Joel empieza a sentir los efectos de la edad. Se cansa, peina canas y no tiene la misma vitalidad que antes. Además, está dañado a nivel emocional, perdió a su hija cuando todo estalló y no tiene contacto con Tommy, su hermano, la única persona que le queda en este mundo. Pero entonces, por desgracia para Joel, llegó Ellie.

En la primera entrega, Ellie representa la figura del jugador. Es curiosa, quiere saber qué ha pasado, cómo era la vida antes de estallar todo. En contraparte a la actitud terca del protagonista, con Ellie sentimos una conexión instantánea. Jovial, alegre y activa, nuestra acompañante no parará de investigar cada recoveco de los escenarios, de buscar nuevas conversaciones con las que saciar sus ganas de aprender. Por eso, cuando ya hemos cruzado medio país buscando una cura con la que ambos puedan seguir hacia delante, cuando Joel y Ellie han cruzado la línea paterno-filial, es cuando comprendemos el final tan crudo que tiene el primer título. Existe una solución, los Luciérnagas han dado con la clave para acabar con la nueva amenaza, pero Joel tendría que sacrificar sus ganas de seguir viviendo. A estas alturas, todos conocemos el desenlace de The Last Of Us: el protagonista coge a Ellie en brazos, acaba con todo a su paso y consigue apagar las Luciérnagas. Y esta última, pese a ser salvada, comienza a ver a Joel como un monstruo. Pero en este instante, sin que el espectador lo sepa, entra en juego la tercera pieza, esa que da sentido a The Last Of Us: Parte II: Abby.

Cuando nos ponemos por primera vez a los mandos de la secuela, contemplamos como Joel le confía a Tommy la verdad más cruda que jamás haya contado. Y, tal cuál sucede en el primer título, manejamos durante al prólogo a un personaje que terminará cruelmente asesinado. En primera instancia Sarah, su hija. En esta segunda parte, Joel. Una, el rostro y la voz de la inocencia, el segundo, un hombre que chocó de frente con su destino. En una de las decisiones más polémicas de los últimos años, Naughty Dog cede parte del protagonismo de esta secuela a un personaje “desconocido”. No estuvo presente en los hechos del primer juego, pero sí es consecuencia directa de los mismos. Porque, cuando Joel decida acabar con la vida de los médicos, termina de un plumazo con la inocencia de Abby, una niña que, con la edad de Ellie, ve como su padre ha sido cruelmente asesinado. En ese momento, decide que, tarde o temprano, terminará encontrando la venganza que busca. Y, cuando la consigue, es cuándo el estudio americano da paso a esa melancolía armónica que supone el silencio.

 

Una ruta elaborada para desandar lo andado

Cronológicamente, tal y cómo se plantea la línea narrativa en The Last Of Us Parte II, una vez Abby acaba con Joel nos ponemos en la piel de Ellie. Esta, impactada y derribada, asistió a los últimos momentos de vida del que llegó a considerar su padre. Por ello, la escena siguiente a la muerte de Joel es tan poderosa visualmente hablando, tenemos a una Ellie desesperanzada que, junto a la tumba de Joel, solo quiere que todo esto sea una mala pesadilla. Y, como mencionamos con anterioridad, silencio. Naughty Dog explota esta mecánica a lo largo de todo el juego, ofrece pausas a los jugadores para que estos puedan, aún en el frenetismo del título, asimilar cierta parte de lo que están viviendo. Joel nos acompañó durante toda la primera entrega, pero de la misma manera que llegó a nuestras vidas se fue. Abby, una desconocida, lo fulminó ante nuestra atenta mirada, porque la visión se coloca estratégicamente en los ojos de Ellie. Y nosotros, igual que la nueva protagonista, queremos venganza, pero no de la misma forma.

Con esta acción que se muestra en los primeros compases del título comienza el ciclo de la violencia. Están los buenos, el grupo de Jacksonville, compuesto por Ellie, Tommy, Dina y demás; y los malos, integrado por Abby, Owen, ese “tío” que escupe el cadáver de Joel y el resto de integrantes. En la piel de la propia Ellie, nos sumergiremos de lleno en la ruta de la venganza, un camino que emprenderemos para buscar a Abby con el objetivo de acabar con ella. Mientras lo recorremos, vemos una vez más el excelente cuidado de Naughty Dog por los detalles narrativos, como los personajes interactúan para hacernos sentir parte de la historia. Hablan de su pasado, de planes de futuro, de vivencias y de experiencias, pero no olvidan el sentido del viaje. Tres días después, y muchos asesinatos a sangre fría por el camino, Ellie y Abby vuelven a confrontarse. La segunda, más enfurecida que nunca, busca represarías por las acciones de la primera. En una decisión arriesgada a la par que acertada, Naughty Dog funde a negro y, tal y como hizo en el prólogo, nos vuelve a poner en la piel de Abby. Y, horas después, habiendo recorrido cierto bagaje con ella, nos hacen preguntarnos: ¿de verdad existen los buenos y los malos?

The Last Of Us Parte II se vuelve, en este preciso instante, una obra cimentada en la escala de grises. Y, en todo momento, apoyada por armónicos silencios que sirven para reflexionar. En la piel de Abby no solo escuchamos la otra perspectiva, uno de esos tópicos con los que nos intentan hacer empatizar con el “villano”, básicamente somos la otra visión de los hechos. Comprobamos que la facción de la co-protagonista también tiene sus medios, que está integrada por personas que, igual que las de Jacksonville, sienten y padecen. Comenzamos a sentir cierta empatía, a querer saber más de lo que nos están contando, a indagar en la psique de Abby para comprobar por nosotros mismos, porqué toma las decisiones que toma. Y es ahí, en ese preciso instante, cuando recordamos.

Mientras vagamos por la silenciosa Seattle, llena de peligros en cada esquina, el jugador empieza a tener conciencia de lo que ha hecho. Todo lo que estamos andando con Abby lo recorrimos antes, pero con Ellie. Cada lugar, cada localización, cada calle y cada edificio, prácticamente todo el camino andado con Ellie toca desandarlo con Abby. Comenzamos a pensar en lo que hemos hecho, la gente con la que hemos terminado. Esos personajes que acuchillamos a sangre fría o que gritaban el nombre de su compañero caído, pocas horas antes estaban comiendo burritos en la cafetería. Una vez en la piel de la asesina de Joel vemos que no existen héroes ni villanos, que en este cuento agónico y post-apocalíptico lo único que importa es la supervivencia. El blanco y el negro se diluyen y dan paso a un marcado sistema de grises insonoro, una cantidad enorme de matices que nos lleva, inevitablemente, al último silencio de The Last Of Us Parte II, ese que nos lleva a comprobar la decadencia de un mundo sin esperanza.

 

La barca y la casa, daños colaterales

En el epílogo, cuando la tormenta ya ha amainado y el ciclón se ha cobrado a sus víctimas, comprobamos como tanto Abby como Ellie son, al fin, felices. En búsqueda de las Luciérnagas, la primera se adentra en un viaje de no retorno junto a Lev, el carismático adolescente que nos ha robado el corazón a todos. Por su parte, la segunda se ha asentado en una casa con Dina y JJ, el hijo fruto de la relación con el difunto Jesse. El tiempo ha pasado, cada una ha seguido con su camino y, tras perdonar, Abby se siente en paz consigo misma. Pero Ellie sigue atormentada. No come, no duerme y, en definitiva, no vive. Ha intentado continuar, seguir hacia delante, pero cada noche tiene la misma pesadilla. Y, cuando Tommy aparece reclamando la venganza que le prometió, The Last Of Us Parte II vuelve al punto de inicio.

En los primeros compases del título, Ellie camina a solas por la casa de Joel. En ella, vemos toda la esencia del protagonista de la primera entrega, además de comprobar que estamos ante un hombre cansado, un individuo que busca nuevos hobbies y quería dejar esa vida atrás. Pero ya era tarde, Joel había hecho mucho daño e irremediablemente tenía que pagarlo. Al otro lado de la línea temporal, al final de la obra, Ellie vuelve a vagar por una casa vacía, pero esta vez es la víctima de sus decisiones. Para saciar su sed personal, esta acude a cumplir la promesa que le hizo a Tommy, sumergiéndose en un nuevo viaje con el que buscará dar caza a Abby. Y, si bien finalmente la encuentra, el personaje que tenemos ante nosotros no es ni la sombra de lo que antaño fue.

Escuálida y canija, Abby no ofrece resistencia alguna. No quiere combatir, ni siquiera presta atención a Ellie, solo quiere coger la barca con Lev y reiniciar su vida. Pero esta, por mal que le pese, debe finalizar lo que un día empezó, porque la sed de venganza de Ellie es insaciable. Tras un combate donde el silencio es roto por los golpes y las caídas, llegamos a un punto de no retorno. Abby morirá ahogada, pero una última visión de Joel hace a Ellie cambiar de parecer. Y, de golpe y plumazo, esta es consciente de todo. No ha ganado nada, no ha vengado a nadie, y muchos han perecido por el camino. En este mundo desesperanzado, Ellie ha tardado en comprender que ya está todo perdido, pero rectificó con el tiempo suficiente para permitir a Abby una segunda oportunidad. Porque esta, de hecho, ya concedió varias a Ellie.

Así, The Last Of Us Parte II termina en silencio. Abby y Lev se marchan en una barca, buscando la luz de los Luciérnagas, aquella que les ilumine en la oscuridad. Por su parte, Ellie regresa a una casa que antaño llamó hogar. Nuevamente, vemos como la protagonista recorre cada rincón de la misma sin el más absoluto indicio de ruido. Al llegar a la parte de arriba, coge la guitarra que una vez fue de Joel y, al intentar tocarla, se topa de golpe con la realidad. Por mucho que lo intente, por muchas ganas que ponga, Ellie no podrá volver a romper el silencio. Intenta tocar “Future Days”, esa canción con la que Joel la sorprendió 4 años atrás. Pero sus dedos, igual que su “padre”, ya no están. The Last Of Us Parte II termina con la ausencia de todo, con una sensación de vacío y decadencia que, por mucho que lo intentemos, no se podrá llenar. Y, en esta obra llena de grises, cada silencio nos ha dejado una lección.