La vida es dura y desigual. Da igual lo que hagamos, cada persona tiene su propia vida y su propia percepción de la misma, y es difícil que consiga satisfacernos, pues siempre buscaremos algo más, sentirnos especiales. Y sí, todos somos especiales y tenemos algo que nos hace destacar o que nos hace sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Pero siempre necesitamos más, somos seres insaciables por naturaleza. Y en este sentido, los videojuegos aportan una ayuda muy interesante, pues al comenzar un videojuego podemos evadirnos de la realidad, alejarnos de todos los problemas y sentirnos en otro mundo, siendo otra persona, siendo ajenos a nosotros. Ya sea como un espía legendario, un asesino de dioses, un fontanero bigotudo o simplemente una hambrienta bola rosa, podemos evadirnos y pasar a sentirnos como estos personajes. Y con esta idea en mente encontramos a Dragon Quest.
¿Sabéis por qué considero que Dragon Quest funciona tan bien en todo el mundo? Porque, más allá de su fascinante diseño visual, su banda sonora o sus mecánicas jugables, el objetivo del juego es algo muy universal, pues en cada uno de sus títulos busca hacer sentir al jugador como la figura más importante de su universo, sin la cual nada de lo que pasa en ese mundo tendría sentido: hace sentir al jugador como el gran héroe legendario, el elegido que debe acabar con la oscuridad y el mal yacente en el mundo. Desde el primer momento sabes que eres el único capaz de luchar contra el mal encarnado, y todo el juego se mueve para hacerte sentir como esa persona única. En todos los pueblos, ciudades y zonas por las que pasas no solo acabas con la oscuridad (es curioso que cada vez que pasas por una zona nueva, la oscuridad que cubría esa zona en el mapa desaparece), sino que ayudas a la gente que habita en esas zonas. Eres el héroe que va de un lugar a otro ayudando a aquellos que más lo necesitan y acabando con el sufrimiento y el terror que hasta entonces campaba a sus anchas.
Un aspecto que ayuda mucho a añadir un mayor nivel de inmersión en estos títulos es la construcción del mundo. A pesar de que es algo que vemos a día de hoy en un sinfín de RPGs (y en especial de JRPGs), podríamos decir que Dragon Quest es el ejemplo primordial en cuanto a la creación de un territorio creíble e interesante, poblado por una buena cantidad de pueblos únicos y diferenciables entre sí. Cada pueblo y cultura presentada es única, y a pesar de estas diferencias todos tienen algo en común, y es que apoyan al héroe legendario en su causa. Es decir, tú eres el punto de unión de este vasto universo, la figura clave en la conexión del mundo. A la idea de construcción del mundo y diversidad cultural le tenemos que añadir un punto extra en nuestro país, ya que al localizar los títulos de esta saga siempre se añaden distintos acentos a cada una de las civilizaciones que encontramos, dándoles una mayor personalidad y haciendo que sintamos este mundo no solo más vivo, sino también más grande y creíble. El trabajo realizado por el equipo de localización de estos juegos es, sin duda, digno de aplauso, ayudando a hacer aún más especial cada una de las aventuras vividas en estos títulos.
Si Dragon Quest funciona especialmente bien en Japón, es porque en ese país se dan la mano una serie de cualidades que, casualidad o no, reúne esta saga. La mentalidad japonesa, basada en el trabajo constante y la repetición para poder obtener ciertos beneficios y poder mejorar, es algo que se ha reflejado en muchísimos videojuegos que han nacido en ese país, como ocurre por ejemplo en Monster Hunter, donde deberemos cazar una y otra vez a los mismos monstruos para poder obtener materiales con los que poder forjar armas y armaduras específicas. Y también ocurre en Dragon Quest, reflejándose esto en la necesidad de grindear niveles repitiendo cientos y cientos de combates para poder así obtener nuevos niveles, hechizos y objetos, además de una recompensa monetaria. Esta mentalidad apoya la idea de que tenemos que luchar para ganarnos nuestro lugar, que a pesar de que somos el héroe legendario, no todo se nos va a dar regalado. Esto es interesante, ya que ayuda aún más a que el jugador se sienta como ese héroe. ¿Qué gracia tendría ser el héroe y tener todos los poderes, niveles y objetos desde el primer minuto? El juego se haría mucho más sencillo y acabaría aburriendo. Es el clásico problema del héroe en los videojuegos. ¿Sabéis por qué no hay ningún buen juego en el que puedas controlar a Superman y por qué esto sí que ocurre con Batman o Spider-Man? Porque este no tiene unos límites claros, es una fuerza de la naturaleza imparable que a pesar de que sobre el papel es interesante, a la hora de ponernos a controlarlo, muy difícilmente tendría un rival digno o una progresión constante, mientras que con Batman sí que hay una progresión. Tiene habilidades especiales, por supuesto, pero es humano y como tal fracasa y es derrotado. Con el héroe en Dragon Quest ocurre algo parecido, y es que, por muchos golpes que le den, este sigue adelante, progresa y crece.
Por supuesto, hay otros JRPGs que cuentan con un muy alto componente de grindeo y que en ningún momento muestran al protagonista como un héroe invencible, sino que tiene que aprender y mejorar poco a poco. ¿Por qué en Dragon Quest esto es más especial que en otros títulos? Pues esto es porque, además de lo que ya os he contado, se han ido añadiendo distintos elementos que permiten diferenciar al personaje que controla al jugador del resto, o que le da una importancia vital. Por ejemplo, en juegos tales como DQIII y IX encontramos que el héroe es, dentro del equipo, el único que tiene importancia en la trama, y por ejemplo, en DQIV el héroe es vital dentro de su desarrollo porque es el encargado de unir a todos los personajes jugables, buscándolos alrededor del mundo para ayudarlos en sus propias tramas personales y acabar con el mal. Y es en el último juego de la saga donde se intensifica todavía más la idea del héroe elegido, ya que la historia gira en torno a ello. Pero fuera del argumento, ya encontramos ciertos elementos que nos guían y nos meten dentro de la piel del Luminario. Así, cuando un personaje se une al equipo, pasamos a una cámara en primera persona con la que observamos al nuevo miembro, haciéndonos sentir uno con el protagonista.
Los Dragon Quest son títulos centrados en su protagonista, el mítico héroe del que hablaban las leyendas y que permitiría derrotar al mal, pero no por ello se deja de lado el desarrollo de los personajes secundarios, los compañeros que le ayudan en su cometido. Y por supuesto, se les da desarrollo y profundidad, aunque siempre están al servicio del héroe. Estos juegos son ciertamente individualistas, reforzando la idea de que el jugador, es decir, el protagonista, es el eje sobre el que todo gira dentro del mundo del juego, y los secundarios permiten ayudar a reforzar más y más esta idea. Porque más allá de ser héroes y ya, la verdadera fuerza reside en la ayuda mutua, en el apoyo y la confianza que nos brindan nuestros compañeros.
Al final del día, Dragon Quest no deja de ser el inicio de un género y el título más icónico a la hora de representar lo que más caracteriza al mismo. Es una saga que personalmente recomiendo siempre que alguien se siente poca cosa o poco importante, y debido a que mecánicamente todos los juegos son similares entre sí, si os gusta un juego de la saga seguramente os acaben gustando el resto. Y recordad, todos tenemos un héroe dentro de nosotros, y en nuestra mano está darnos cuenta de ello. Y si Dragon Quest nos ayuda a sentirnos como tal, eso siempre es bueno.
Antonio Gallardo
Normalmente escribiría algo profundo que contara más sobre mi... ¿Pero de verdad alguien lee esto? Bueno, en ese caso... Me gustan los videojuegos y el cine. A veces unos más que otros, ya sabéis como funciona. Si queréis saber más, solo tenéis que leer lo que escribo.