La pregunta es esta: ¿por qué deberías jugar CrossCode? Desde una perspectiva ajena al medio, se trata de una obra quizá desconocida. Un vistazo por encima podría, incluso, generar cierto rechazo entre aquellos que rehúyen del estilo pixel art. Y, sin embargo, al atravesar estas primeras barreras se abren ante ti experiencias incomparables. Uno de esos viajes que, muy a mi pesar, suelen ser escasos en la industria.
El equipo al cargo de la obra es Radical Fish Games. Compuesto por apenas ‘un puñado’ de desarrolladores, lograron sacar adelante CrossCode a pesar de las dificultades. Haciendo honor a uno de sus lemas, “[…] the devil is in the detail” (el diablo está en el detalle), diría que han reconstruido con éxito todas sus ambiciones, y ahora es el boca a boca de los jugadores lo que está difundiendo la calidad de su resultado.
“Preferimos elegir gráficos y conceptos jugables simples y luego maximizar todo lo demás: buen diseño de nivel, controles pulidos, activos de alta calidad, muchas animaciones y un montón de amor”, mencionan en su propia página web. El partir desde una base tan simple les permite a posteriori obtener virguerías, centrándose en aquello que pueda ser más importante para el usuario al mando. Así nació CrossCode.
¿Jugando online estando solo?
El concepto narrativo del título es además su mayor baza. La premisa es la de una joven Lea que se adentra en un videojuego multijugador masivo online (MMO), donde compartirá mundo con otros cientos de jugadores. Lo curioso de esto es que se trata de una aventura para un jugador. Una historia individual que transcurre dentro de un entorno aparentemente social. Es decir, que todo ha sido creado con objeto de lucir vivo, lo suficiente como para que el jugador realmente se sienta en un servidor compartido.
Ya lo dijo Alejandro Espacio en su análisis de Legión de Jugadores: “[…] la sensación al jugar es de ver a jugadores reales viviendo sus propias aventuras, con sus propios problemas y hablando sobre diferentes aspectos”. Y es que los NPC (‘personajes no jugables’) hacen de NPC cuando han de serlo, pero luego otros hacen de personas reales que juegan una obra donde hay NPC.
El mundo de CrossWorlds se sustenta, justamente, sobre los pilares de cualquier MMO clásico del mercado. Un tutorial introductorio, zonas separadas en función del nivel del personaje, ciudades y pueblos donde las ramificaciones sociales brillan, todo tipo de mercaderes, misiones secundarias, gremios o clanes, árboles de habilidades, clases o profesiones, raids, posibilidad de jugar con otras personas en tu grupo… Por haber, hay incluso explicaciones acerca de las limitaciones de este tipo de juegos (en este caso, el agua, inaccesible para los jugadores).
Todo lo mencionado y más se va mostrando mientras avanzamos en lo que es la historia principal del MMO. Porque sí, también existe un lore realmente interesante tras la cortina de sorpresas que se nos presentan en primer lugar. Un argumento que no solo endulza el worldbuilding, sino que es a su vez disfrutado por los otros jugadores, quienes en muchos casos aprenden al unísono.
El diablo del pixel
La ambientación funcional de CrossCode solo es posible gracias a sus muchísimos detalles. Levantar un escenario fantástico y dotarlo de elementos básicos es esencial, pero no suficiente cuando se trata de aproximar a una experiencia online ‘falsa’. Y aquí la gente de Radical Fish Games ha estado realmente lúcida.
Por ejemplo, la obra está plagada de diálogos. Conversaciones en las que a veces ni siquiera eres partícipe. NPC haciendo de jugadores que se relacionan entre sí, como ocurriría en cualquier juego online. Algunos que charlan acerca de lo difícil de la misión que tienen pendiente, otros que divagan sobre lo bonito que es el mundo en el que están jugando. Junto con todos los que van y vienen, todo parece realmente online, compartido.
Las amistades que haces durante tu partida son otro punto fascinante. Ellos son NPC, pero perfilados como ‘jugadores de un MMO’. Tras jugar con ellos, llega un punto en el que deciden parar y desconectarse para jugar al día siguiente. En otras ocasiones, te hablan sobre su vida fuera del juego; sobre sus responsabilidades, sus problemas y sus sueños.
También está Lea. Ella es nuestra protagonista. Es quien ya ha elegido la clase dentro del juego. Quien tiene sus motivos para estar ahí. El hecho de haberla privado de ‘voz’ (es incapaz de pronunciar palabras dentro del juego) es otro detalle increíble: con los NPC normales no ocurre nada (como en cualquier juego), pero a la hora de hablar con otros jugadores sí que hay dificultades de expresión.
Incluso existen bugs puestos intencionadamente. Una vez más, para hacer de la experiencia algo aún más creíble. Los creadores se han tomado muy enserio aquello que han construido y gracias a eso nosotros, como catadores, podemos creérnoslo.
Modelo Assassin’s Creed en CrossCode
No puedo negar que la idea tras CrossCode me resulte familiar. Ya no solo por obras audiovisuales como Sword Art Online o Log Horizon, en su faceta artística y argumental, sino también por el concepto del Animus en la saga Assassin’s Creed: la tecnología que permitía vincular el presente y el pasado de una forma narrativamente convincente. Aunque es algo que se ha ido perdiendo con las últimas entregas, en la práctica sigue vigente y continúa separando la historia del pasado (la fantasía histórica) de la del ahora (la fantasía real).
En el título de Radical Fish también se da una correlación multinarrativa. Convergen y conviven en una misma experiencia la historia del MMO y su mundo, el argumento que da forma y dirige los pasos de Lea y sus compañeros dentro de ese universo, y los sucesos que se dan (y se han dado) en el exterior del videojuego, también protagonizados por Lea, sus compañeros y otros personajes.
Lo más fascinante de esto es que, aun obviando los relatos sobre los protagonistas mencionados, todo lo relacionado con el MMO se mantendría prácticamente intacto. Quiero decir, el constructo ficticio de CrossWorlds podría seguir funcionando incluso sin la presencia de nuestra ‘heroína’ y su historia.
Se evidencia de esta manera el trato que le han dado sus creadores a la obra. Hay amor por el detalle. Hay profundización en sus mecánicas. Todo funciona excepcionalmente bien a pesar de tratarse de una experiencia fundamentada sobre el pixel art. Porque a partir de la simpleza surge el mayor de los ingenios.