Y sí, sé que Balatro como tal ya hace cerca de un año, pero es que ahora está disponible para smartphones, lo que lo hace peligrosamente accesible para cualquiera, y es que el juego desarrollado por LocalThunk (que es un pseudónimo usado para una sola persona) es un comehoras de manual, y no al estilo Persona 5 Royal, sino a su propio modo.
Nueva partida, nueva partida, nueva partida…
Al encontrarnos de un juego puramente roguelike, podemos saltarnos toda la parte del argumento, pues nos encontramos con la excelsa cantidad de 0 líneas de diálogo o de amago de narrativa. Balatro va a lo que va, y nosotros también.
Y lo que más le gusta es, sin duda, hacernos consumir una cantidad insana de tiempo sin apenas darnos cuenta de ello (bien lo saben las veces que he salido tarde de casa para clase, o las veces que mis clases se han centrado en conseguir sacar todo tréboles), pues tiene un sistema de juego perfectamente funcional: rondas de tres ciegas (por decirlo de otra forma, los «enemigos») donde partiremos con 4 manos y 4 descartes de base para obtener los puntos necesarios para cada una de ellas.
En esta aventura roguelike nuestra fuerza se basará en las distintas combinaciones de póker que logremos construir con las cartas que tengamos en mano, yendo desde carta más alta hasta quinteto de color; sí, imagino que la mayoría de vosotros no habréis jugado nunca esta última en vuestras partidas en (nombre de la casa de juego censurada por el bien de nuestra web), pues es literalmente imposible conseguir cinco ases de picas… pero no en Balatro.
Vamos por partes, y es que el cálculo de puntos depende del «poder» de tu mano, y este se determina primero por el valor inicial de esta y segundo por el nivel de la mano. A lo largo de la partida se pueden comprar diversas cartas potenciadoras:
- Cartas de planeta: aumentan el nivel de las manos.
- Cartas de tarot: variedad de funciones respecto a la baraja – cambiar el palo o el valor de las cartas, eliminar cartas de la baraja, duplicar el dinero…
- Cartas espectrales: similares a las del tarot, con mayor efecto y menor ratio de aparición.
- Cartas de comodín: cada una aplica algo distinto a la ronda, ya sea sumar fichas, añadir multiplicadores, potenciar un palo concreto…
Además, cada carta de juego puede tener efectos especiales al tener sellos, ser carta de acero, de cristal, laminadas… todo esto permitirá realizar manos imposibles al poder acumular cinco o más reinas de corazones, conseguir que toda tu baraja sea de un mismo palo o directamente eliminar todo lo que no sean ases y figuras. Tienes una suerte de «libertad creativa» respecto a tus cartas limitada únicamente por lo que te aparezca en la tienda.
Con esto, cada partida (si es que la completas) dura alrededor de 10 minutos, quizás menos, depende de las ciegas que omitas y lo rápido que pierdas, pero aun así puedes pausar en cualquier momento y retomarla más tarde. Como incentivo rejugable, además de la diversión que ya de por sí ofrece y la gran cantidad de cartas que harán que absolutamente cada partida te obligue a jugar distinto, se suma el tener 15 barajas disponibles para desbloquear que supondrán un nuevo reto.
Finalmente, cabe destacar que aunque Balatro disfruta de ser injusto, lleva muy bien el ritmo de recompensas para el jugador, pues después de caer en partidas de manera frustrante, especialmente al principio tienden a recompensarte con algún nuevo comodín desbloqueado por alguna cosa que has hecho sin ser consciente, haciéndote sentir un poco mejor contigo mismo y llamándote a encontrar esa nueva carta dentro de tu partida.
Apartado audiovisual
Artísticamente, no hay nada destacable, pero esto es de agradecer: todo lo que aparece en pantalla es necesario para la partida (amén del fondo para eliminar algo de estaticidad), por lo que no cuenta con ningún tipo de elemento distractor, permitiendo que te centres en la partida, que te hará falta. El arte del juego está hecho a base de pixelart y se centra en hacer cada elemento variable reconocible a simple vista, con la única pega del color de los palos, y es que le asigna un color a cada uno, pero el trébol (verde) es demasiado oscuro, no permitiendo diferenciarlo fácilmente de la pica (negro) y provocando así varios errores catastróficos en una partida rápida.
Musicalmente, más de lo mismo, nada del otro mundo ni tan solo destacable, de hecho es un juego «compatible con el silencio», dedicado quizás a esos ratos muertos en el transporte público o cuando no puedes dormir (aunque os garantizo que Balatro no os ayudará a hacerlo) en los que no te vas a poner con el teléfono en volumen a molestar a quienes tengas cerca; yo personalmente lo juego en clase (espero que no lleguen a leerme) y debo decir que disfruto más de mi experiencia con Balatro cuando lo tengo como una actividad secundaria silenciada.
De todas formas, la banda sonora ofrecida funciona perfectamente con la propuesta, especialmente de cara a continuar jugando, pues cuenta con estímulos sonoros, al igual que lo hacen las máquinas tragaperras para que no salgas de ello y «quieras» seguir escuchando esos soniditos adictivos.
Bueno, bonito, Balatro
Como he comentado en la introducción, Balatro es de los juegos que más me han enganchado en los últimos tiempos, y este componente adictivo en un juego roguelike debe ser siempre un punto a valorar positivamente, aunque la propia adicción a este no lo sea.
Si hablamos de Balatro como juego, dejando de lado el efecto que pueda tener en tu vida social, nos quedamos con un juego de lo más destacable, que ha sabido explotar una fórmula propia de manera que el juego sea accesible para cualquier persona, usando además como reclamo la baraja de póker y sus manos como timón del juego.
Entonces, ¿cómo no voy a recomendarlo? Por un precio ridículamente bajo para la infinidad de horas que ofrece, con constantes estímulos para que el juego no se torne monótono ni aburrido en ningún momento y sin ningún tipo de especulación jugable: un sistema sencillo y funcional para cualquiera, especialmente ahora que está disponible en smartphones, me resulta imposible no recomendar Balatro a cualquiera que le interese mínimamente.